Encantado

Hace un día de perros, frío y viento y malestar en los altos cielos. Como si el dios del tiempo tuviese una diarrea aguda con dolores espasmódicos a lo largo de los cientos de centímetros que debe tener como tripas e intestinos.

Hace 4 días que volvió a suceder. Me veo en el extraña obligación de volver a narrar mis desventuras pero no me apetece, no me viene bien, prefiero hablar de otras cosas que me suceden y que me acercan un poco hacia lo que quiero ser.

Soy un loco de las palabras, de las frases, de los sintagmas y los adverbios. Nadie escribe tanto como yo, desde hace unas semanas trabajo para un portal web de Internet, y somos un montón de escritores hablando sobre nuestra ciudad. Su supone que cada semana de 7 días tenemos que haber realizado como mínimo 45 críticas, la primera semana hice fácilmente 60, y esta semana a falta de 3 días para finalizar el cupo, llevo otras 50 de momento. Nadie de mi compañeros escribe tanto como yo, los hay buenos, meticulosos, precisos, los hay que escriben rematadamente bien. Incluso hay un par que me han sorprendido gratamente por sus composiciones poéticas. También los hay muy periodísticos. Los de hay de muchas formas, y colores. Es una alegría darse cuenta que no se está tan solo en este mundo. Ahora sé que hay más locos como yo.

Yo a la cabeza de críticas publicadas, y voy a la cabeza de otra forma de contar, suelo relatar anécdotas que me han sucedido a lo largo de toda Valencia, de forma que finalmente se haga una especie de radiografía de la ciudad a través de los sitios que contiene.

Para ello, me veo obligado a buscar dentro de mí, a seleccionar recuerdos, a clasificarlos, a separarlos , a distinguirlos.

Me encanta mi trabajo, es el trabajo perfecto para un perfecto idiota que no ha hecho otra cosa que vagabundear por la ciudad en busca de una identidad propia o ajena, o volátil que pudiese dar forma y sentido al contenedor de sentimientos de mi corazón.

Muchas veces me corto de poner más cosas, de dar más detalles, porque corro el riesgo de dejarme llevar por la literatura y olvidar el objetivo propio por el que me pagarán. No obstante, gozo de libertad de creación, cuando se viene de donde se viene, cuando se ha trabajado escribiendo para el jodido Lucifer, esto resulta más fácil que pasear suavemente en bicicleta, una tarde de junio, hacia las 9 de la tarde, cuando la temperatura ha bajado, cuando el día es largo de cojones, y vas por una carretera sólo para bicicletas, bordeando una playa kilométrica, recta, plana, sin montañas. Y a tu lado va tu chica, sonriendo y pedaleando a tu mismo ritmo, igual que vuestros corazones, mismo latir, mismo sentir.

Pues así lo veo yo.

¿Qué me sucedió hace 4 días? Volvieron a entrar, se llevaron de todo y casi todo, no fue peor que en 2004, cuando mi vida se cayó por el precipicio del fracaso y la autodestrucción. Ahora no, no voy a dejar que eso pase. Soy fuerte, mejor, más adulto, más sano, y al mismo tiempo más enfermo de las palabras. Si existe un principio mío, de verdad por el cual me decliné por las palabras fue el hecho acaecido en el año 2004, cuando me quedé atado de pies y sólo podía utilizar las manos para escribir. Lo voy a conseguir, llegarán días peores, pero lo voy a conseguir.

Llevo escribiendo compulsivamente 11 días, y me pagan por eso, y ni rastro de los bloqueos, y ahora que me tomo una mañana de resuello, la tomo para seguir escribiendo en este blog, ¿soy o no soy un enfermo de la palabras? Está claro, lo soy, eso está bien, reconocer hechos nos coloca en situación.

¿Cuál es el problema entonces? Ninguno, el problema quizás sea de los demás, yo estoy encantado de la vida.

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