Fin

Un bar, Juan está esperando, hay una coca cola sobre la mesa, tiene un libro que ojea. Llega Sara.

SARA: lo siento, lo siento mucho. 
JUAN: hola Sara, no te preocupes. 
SARA: en el último momento...
JUAN: no te preocupes, he aprovechado para leer.
SARA: tuve una urgencia, ya me había quitado el hábito, pero no había más médicos de guardia, sí había más, pero estaban ocupados..
JUAN: de verdad, no te preocupes. No pasa nada.
SARA: ¿de verdad? 
JUAN: claro. No hay problema, si no hubiese tenido un libro igual si me hubiese agobiado un poco, pero por suerte...
SARA: me quedé sin batería, no podía llamarte.
JUAN: no te preocupes, lo importante es que has venido.
SARA: sí, bueno, la urgencia no fue tan larga como esperaba.
JUAN: lo curaste rápido. Eres una gran médica.
SARA: no.
JUAN: sí, lo eres. 
SARA: murió.

Silencio.

JUAN: oh, lo siento. 
SARA: no pude hacer nada, llegó casi muerto.
JUAN: ¿quieres hablar de ello?
SARA: no, no quiero aburrirte con los detalles.
JUAN: tú nunca me aburres.
SARA: vino con una puta.
JUAN: ¿cómo?
SARA: una puta de lujo, lo trajo en su limosina.
JUAN: oh.
SARA: y la puta se quedó todo el rato.
JUAN: supongo que quería cobrar.
SARA: ¿eso es un chiste?
JUAN: no.
SARA: ¿no?
JUAN: sí, bueno, no me hagas caso, ha sido un comentario desafortunado.
SARA: ya, bueno, me dio mucha pena la puta.
JUAN: ¿por?
SARA: me contó que llevaban años de relaciones sexuales, que era su mejor cliente, casi su único cliente.
JUAN: así que la limosina en el fondo era de ese pobre hombre.
SARA: sí, supongo, no sé, ¡qué más da!
JUAN: ¿quieres tomar algo?
SARA: ¿es muy pronto para un whisky?
JUAN: no, en absoluto. 
SARA: quiero un doble, y después otro.
JUAN: está bien.

Juan se levanta, Sara se queda sola, no hace nada, coge el libro que estaba leyendo Juan. Lo ojea. Lo cierra.

JUAN: aquí tienes, uno doble, le he dicho que preparen otro en 5 minutos.
SARA: gracias.

Se lo bebe de un trago.

JUAN: Sara, ¿quieres que lo dejemos?
SARA: ¡¡¡no!!!
JUAN: está bien.
SARA: perdona.
JUAN: no pasa nada.
SARA: igual sí.
JUAN: claro, no hay problema, quedamos otro día.
SARA: ¿otro día?
JUAN: para salir a cenar.
SARA: ¡no! Había entendido...
JUAN: ¿qué, qué habías entendido?
SARA: si quería que esto terminase.
JUAN: oh...

Silencio incómodo.

JUAN: me da miedo preguntarte por ese “igual sí”...
SARA: pues no lo preguntes.

Silencio incómodo.

SARA: ese libro...
JUAN: ¿sí? ¿lo has leído? Es muy bueno.
SARA: no lo es.
JUAN: ¿no? A mí me gusta.
SARA: es una guarrada, te gusta leer guarradas.
JUAN: sólo es un libro.
SARA: ¿te gusta ese autor?
JUAN: ahora me da miedo decir que sí.
SARA:  no puedes vivir con tanto miedo.
JUAN: Sara.
SARA: lo siento, supongo que me ha afectado ver llorar a la puta.
JUAN: no te preocupes.
SARA: igual sí deberíamos...
JUAN: te quiero.
SARA: no me lo pongas más difícil.
JUAN: te quiero.
SARA: ya me lo has dicho hace dos segundos.
JUAN: te...
SARA: cállate de una puta vez.

Se callan,

JUAN: voy a por tu whisky.
SARA: no. Lo siento, lo siento mucho. Yo... yo... yo... no voy a dejar nunca a mi marido, esto no tiene sentido. Tú eres bueno, y te mereces a alguien entero para ti, no te mereces mis sobras.
JUAN: me gustan tus sobras.
SARA: ¿te gustan mis sobras? ¿qué clase de persona eres?
JUAN: soy un perro.
SARA: ¿un perro?
JUAN: soy fiel a mis sentimientos.
SARA: ¿y yo? ¿qué clase de persona soy yo?
JUAN: una gata.
SARA: ¿y qué coño hacen una gata y un perro juntos?
JUAN: eh... hum... yo...
SARA: ¿sí?
JUAN: te iba a contar una cosa estupenda que me había sucedido hoy.
SARA: ¿sí?
JUAN: sí.
SARA: cuéntamelo.
JUAN: me han dado el proyecto, voy a construir el rascacielos.
SARA: oh, enhorabuena.
JUAN: gracias.

Silencio.

SARA: no me quito de la cabeza a la puta.
JUAN: me imagino.
SARA: estaba llorando, destrozada, me ha hecho pensar. 
JUAN: lo veo.
SARA: no me gusta mi vida.
JUAN: déjame ayudarte a cambiarla.
SARA: tú no puedes cambiar nada.
JUAN: déjame intentarlo.
SARA: me voy a ir.
JUAN: oh.
SARA: no me llames.
JUAN: oh.
SARA: no me busques.
JUAN: Sara...
SARA: ¿qué?
JUAN: te quiero.

Silencio.

SARA: yo no.

Silencio.

JUAN: ahora el que necesita el whisky soy yo.
SARA: no es por ti.
JUAN: lo sé, es por una puta.
SARA: imbécil.
JUAN: sí, lo soy. 
SARA: sí, lo eres.
JUAN: hoy había sido el mejor día en meses, el mejor día, cuando me han llamado para darme el rascacielos, pensé “sí, lo voy a hacer y va a ser cojonudo” y me entraron ganas de llamarte para contarte, pero sé que no te gusta que te llame cuando estás trabajando. Ha sido el mejor día de mi vida en meses y no quiero estropearlo, nos tomamos dos whiskys dobles y vamos a cenar como teníamos pensado.
SARA: yo soy tu puta.
JUAN: ¿qué?
SARA: YO SOY TU PUTA.
JUAN:  NOOOOOOOOOOOO. TE QUIERO.
SARA: y la puta también quería a su cliente y follaban como follamos nosotros, sólo sexo y alguna cena, como la que hoy teníamos planeado. ¿qué clase de vida es esta? Dime Juan, dime, ¿qué clase de vida es esta?
JUAN: quiero ir a cenar contigo.
SARA: Juan.

Silencio.

JUAN: ¿sí?
SARA: me voy. 

Sara se levanta. Sale de campo, Juan se queda solo. Sara vuelve a entrar, se miran, Juan sonríe. Sara se acerca, Juan se levanta. Se abrazan.

SARA: te quiero, diferente a como me quieres tú, y nunca voy a quererte igual. Adiós Juan.

Se va.

Fin.

Ganador

En una tienda de electrodomésticos,



Dos amigos se pasean por una tienda de electrodomésticos, hasta llegar a una zona donde hay básculas de todo tipo, de esas pequeñitas que solo te subes y te dicen el peso, y también de esas grandes que te miden, te dicen el peso y el índice de grasa corporal.



ÁNGEL: ¿estas de aquí?

SERGIO: no, esas son las más sencillas, yo quiero una de esas grandes y enormes, que pueda colocar en el salón, que la gente que venga a mi casa, diga: “oye, ¿qué ese esto?”,  y yo se lo pueda explicar.

ÁNGEL: ¡quieres un peso gigante con medidor de altura y medidor de grasa corporal.

SERGIO: exacto

ÁNGEL: vaya.

SERGIO: ¿por qué dices vaya? No te entiendo, llevo todo el viaje hasta aquí diciéndote que necesitaba ayuda para cargarlo en el coche.

ÁNGEL: pensaba que bromeabas.

SERGIO: ¿bromear? Yo nunca bromeo, ¿cuándo fue la última vez que me viste bromear?

ÁNGEL: no te hace falta un peso de esos. Estás bien como estás.

SERGIO: no estoy bien como estoy, si estuviese bien no tendría la necesidad de comprarme ese peso ultramoderno, si estuviese bien no tendría extrañas necesidades.

ÁNGEL: por lo menos reconoces que son extrañas.

SERGIO: ¿sabes? me peso todos los días.

ÁNGEL: ¿todos los días?

SERGIO: en la farmacia de la esquina, la farmacéutica se cree que quiero ligar con ella y que por eso voy a pesarme todos los días, es muy incómodo.

ÁNGEL: ¿y tú no quieres ligar con ella?

SERGIO: por supuesto que no. No me atrae nada, un cactus, cualquier cactus me atrae más que esa farmacéutica.

ÁNGEL: ¿no te gustan las mujeres con bata blanca?

SERGIO: sí, claro, no sé, supongo, nunca lo he pensado. ¿deberían gustarme ese tipo de fetichismos? ¿debería comprar un buen juego de batas blancas además del peso ultra moderno? ¿tengo una nueva necesidad? Dios mío, ¡tengo una nueva necesidad! esto es fantástico, si lo sé, vengo solo.

ÁNGEL: ¿y cómo cargarías con el peso?

SERGIO: tienes razón.

ÁNGEL: es la primera vez desde que te conozco que me dices que tengo razón. Es verdad no estás nada bien.

SERGIO: por eso necesito el peso.

ÁNGEL: ¿tienes miedo a engordar?

SERGIO: tengo miedo a dejar de adelgazar, necesito perder un poco más de peso.

ÁNGEL: ¿por qué? ¿cuánto pesas?

SERGIO: 52 kilos.

ÁNGEL: estás muy delgado, no creo que te haga falta adelgazar más.

SERGIO: ¿de verdad?

ÁNGEL: claro.

SERGIO: ¿estás diciendo que no necesito ese peso?

ÁNGEL: por supuesto.

SERGIO: ¿y tendré que seguir yendo a pesarme a la farmacia de la esquina?

ÁNGEL: no tienes que pesarte todos los días.

SERGIO: tengo que hacerlo, cada vez somos más personas en el mundo, alguien tiene que ser responsable de cuidar de que haya espacio para todo el mundo.

ÁNGEL: ¿lo haces por eso?

SERGIO: al principio si lo hacía por eso…

ÁNGEL: ¿al principio? ¿y Ahora?

SERGIO: ahora… ¿te puedo contar un secreto?

ÁNGEL: claro.

SERGIO: ahora lo hago por estoy viciado, me gusta ganar en algo, ya sabes que nunca he ganado en nada, ni siquiera recuerdo haber ganado una partida al parchís de pequeño. Pero con lo del peso, sí he ganado, todos los días consigo adelgazar un poco, y eso me hace sentir bien, soy el mayor triunfador en lo que se refiere a peder peso.

ÁNGEL: la máquina del peso de la farmacia es tu tragaperras personal.

SERGIO: mi traga… hum, buena metáfora, deberías comprarte una libreta y anotar ese tipo de metáforas, hacia el mundo al que nos dirigimos se necesita espacio, y si la gente utiliza buenas metáforas, las frases serían más breves, y al ser más breves el mundo tendría espacio de sobra.



Llegan hasta un peso ultramoderno, grande, de pié, con medidor de grasa corporal, medidor de altura y peso.



SERGIO: ¡éste es el que quiero!

ÁNGEL: ¿estás seguro? Es enorme

SERGIO: lo voy a poner en medio del salón, sacaré la tele al balcón para que le dé el fresco y este peso será el eje que vertebre toda mi vida social. Por fin voy a ser un gran triunfador, haré que venga todo el mundo a mi casa, todas las semanas, los sábados por la noche y jugaremos a “¿quién ha perdido más peso esta semana?” y yo ganaré siempre… ¡¡¡¡sí!!!!!

ÁNGEL: vale 50 mil euros.

SERGIO: ¿50 mil?

ÁNGEL: sí.



Silencio.



SERGIO: ¿dónde podemos comprar las batas blancas?



Fin….

burbujas

Dos amigos en un bar. 

Sentados en una mesa, dos amigos de treintaytantos, y dos cerveza llenas de burbujas.

RULO: el tiempo que pasa.

PETER: buf...
RULO: las nubes que nublan.
PETER: ah...
RULO: las estrellas que mueren y seguimos viendo su luz durante miles de años.
PETER: cómo se entere endesa, la factura va a ser tremenda..
RULO: la marea que sube...
PETER: y luego baja...
RULO: y luego sube de nuevo.
PETER: y luego vuelve a bajar
RULO: y luego vuelve a subir.
PETER: y a bajar...
RULO: y a subir...
PETER: vale, tú ganas.
RULO: el que gana y el que pierde, las dos cara de la misma moneda.
PETER: ¡¡por favor!!
RULO: el otoño, el invierno, la primavera, el verano...
PETER: y se te ha olvidado que luego viene otra vez el otoño,
RULO: y luego el invierno, y la primavera, y el verano, y el otoño.
PETER: sino te callas, me callaré yo para siempre.
RULO: ojalá, pero lamentablemente siempre respondes.
PETER: ¿quieres que no responda?
RULO: estaría bien que alguna vez me dejases a mí terminar una conversación.
PETER:  ¿por eso haces todo esto?
RULO: yo no hago nada, salvo mover los labios y poner un final perfecto cada vez que me replicas.
PETER: ¡¡lo haces por eso!!
RULO: es bueno tener un objetivo en la vida. ¿tú tienes algún objetivo?
PETER: eh...
RULO: exacto... “eh....” no tienes objetivo, sólo eres un conflicto puro. No como yo, yo tengo objetivo, tú solo estás ahí como “pepito grillo” para dilapidar mis propuestas.
PETER: ¿dilapidar?
RULO: sí, dilapidas mis propuestas.
PETER: es extraño, eres la primera persona a la que escucho decir dilapidar en una conversación normal. La última vez que lo escuché o lo leí, o vi que la decían, era en una película de la Biblia.
RULO: ¿qué estás intentando hacer?
PETER: nada, sólo soy un mero conflicto, estoy aquí para dilapidar tus pensamientos.
RULO: hijo de puta.
PETER: casi me ofendes.
RULO: ¿no te ofende que te llame “hijo de puta”?
PETER: a lo mejor hace 20 años me hubieses ofendido, pero sabes, hoy en día decir “hijo de puta” es casi como decir “hola”.
RULO: ¿perdón?
PETER: imagina dos amigos, hace unas semanas que no se ven, se encuentran en el mismo bar de siempre, frente a la misma cerveza de siempre: “¿qué pasa hijo de puta?” “nada, cabronazo, estaba intentando contar las putas burbujas de esta cerveza”, “¿las burbujas?”, “sí, esas hijas de puta son incontables”, “¿quieres que te ayude?” “vale”, “una, dos, tres, cuatro, cinco”... “espera que han salido 45 al mismo tiempo”, “qué hijas de puta, son incontables”.... y no se ve que ninguna burbuja se moleste porque las llamen hijas de puta.
RULO: ¿ese es el nuevo argumento de tu nueva película?
PETER: eh...
RULO: exacto, “eh...”.
PETER: pues oye.
RULO: ¿sí?
PETER: igual estaría guay que ese fuese mi nuevo argumento, sí, me parece altamente interesante.
RULO: “altamente interesante” ¿de dónde has salido? De verdad, ¿de dónde?
PETER: literalmente del útero de mi madre.
RULO: ¿y más recientemente?
PETER: de un bar lleno de cervezas con burbujas hijas de puta.
RULO: ¡qué daño hizo Tarantino!
PETER: ¿perdón? ¿daño? Tarantino es el director más importante de los últimos 25 años. No ha hecho ningún daño.
RULO: osea que todo esto es porque no tienes ni idea de sobre que va a tratar el nuevo argumento de tu nuevo guión de tu nueva película.
PETER: no hay nueva película.
RULO: ¿sigues en paro?
PETER: ese es el estado normal de un guionista.
RULO:quizás deberíamos tomar esa cerveza.
PETER: por primera vez en semanas estoy de acuerdo contigo.
RULO: ¿de verdad?
PETER: sí.
RULO: ¿esto no será una nueva estrategia para impedir que cumpla mi objetivo?
PETER: ¿qué objetivo?
RULO: yo que coño sé, estoy intentando pensar.
PETER: ya somos dos.
RULO: otra vez estás de acuerdo conmigo. Es una estrategia. Mi conflicto tiene una estrategia.
PETER: ¿alguna vez te has escuchado hablar?
RULO: hace años me compré una grabadora.
PETER: una pieza de museo.
RULO: sí, me pregunto que fabricarán ahora los fabricantes de grabadoras.

Se quedan callados durante un rato.


PETER: ¿y tú?

RULO: ¿y yo?
PETER: ¿te han encargado ese nuevo argumento que te dijeron que te iban a encargar?
RULO: claro.
PETER: ¿sobre que va?
RULO: todavía le estoy dando vueltas.
PETER: quizás si me cuentas lo que tienes, te puedo echar una mano.
RULO: ¿harías eso por mí?
PETER: por supuesto, estoy en el paro, pero eso no significa que no tenga ideas que te puedan ayudar. Esa es la realidad absoluta de todo guionista, en el paro, pero con miles de ideas.¡ Alguna venderemos!
RULO: ¿me ayudarías?
PETER: claro.
RULO: ¿de verdad?
PETER: sí.
RULO: eres un buen amigo.
PETER: lo soy.
RULO: ¿sin nada a cambio?
PETER: bueno.
RULO: ¿bueno?
PETER: podrías compartir la autoría conmigo.
RULO: ah... ese sí es un objetivo, mi conflicto tiene una estrategia, para alcanzar un objetivo.
PETER: hijo de puta.
RULO: no me ofende,
PETER: ¿no? Ves como tenía razón con lo del lenguaje.
RULO: no, mi madre fue puta de verdad.
PETER: ah...

Se quedan callados de nuevo


RULO: ¿ese sí ha sido un bueno final, verdad?


Miran sus cervezas.


PETER: ¿contamos burbujas?

RULO:¡joder, pensé que nunca me lo pedirías!
PETER: es que antes cuando lo he dicho, he pensado “¿cuantas burbujas habrá en una cerveza?” ese sí es un gran argumento para un nuevo guión.
RULO: es un argumento cojonudo.
PETER: sin Tarantino jamás se nos habría ocurrido un argumento similar,
RULO: cierto, cambió la historia.
PETER: y dilapidó los guiones sin conversaciones interesantes.

RULO alza su copa.


RULO: ¡por Tarantino!

PETER: ¡y por las putas burbujas hijas de puta incontables!
RULO: ese debería ser el título.
PETER: sí.

Silencio, beben.


PETER: ¿tu madre fue puta?

RULO: ¿y la tuya?

Brindan.


PETER: sí, Tarantino fue lo mejor que le ha pasado a nuestra profesión.

RULO: por nuestras putas madres.

Brindan, se escucha el coche de las cervezas, se congela el fotograma, vemos miles de burbujas congeladas.


Fin.


entre besos anda el juego

A: hola.
B: perdón, ¿es a mí?
A: sí. Hola.
B: hola.

Silencio, A sonríe, B mira extrañado.

A: hola...
B: eso ya lo has dicho.
A: sí.
B: pues hola.

Silencio. A es una mujer, B un hombre, A es más joven, B más viejo.

A: ¿te puedo besar?
B: ¿cómo?
A: te quiero besar.
B: oh...
A: sí, oh... ¿puedo?
B: ¿aquí?
A: sí.
B: no sé, no sé si me parece un buen sitio.

Se abre campo, vemos que están en un andén de metro, vacío.

A: no hay nadie.
B: no, bueno, sí, nosotros.
A: claro, nosotros... Qué bonito....
B: ¿el qué?
A: cuando has dicho nosotros. Ni siquiera te he besado, y ya existe un nosotros.
B: eh...
A: te tomaba el pelo.
B: ¿con lo de besarme?
A: no, con lo de nosotros.
B: osea que quieres besarme sin que exista un nosotros.
A: quiero besarte, simplemente.
B: ¿por qué?
A: me gustan tus labios.
B: creo que eres la mujer más directa que he conocido nunca.
A: tendrías que conocer a mi hermana.
B: ¿por?
A: ella te habría dicho otra cosa.
B: ¿el qué?
A: imagínatelo.
B: ¿no podrías concretar un poco? tengo mucha imaginación.
A: quiero besar tu imaginación.
B: en esta vida me han besado muchas cosas pero nunca mi imaginación.
A: esto podría no ser real...
B: eso significaría que tengo más imaginación de la que merezco.
A: ¿tú crees?
B: sí.
A: todos los hombres que he conocido sólo se imaginan una cosa, y es lo que viene después de un beso con una desconocida en un lugar así.
B: igual no tengo tanta imaginación.
A: la tienes.
B: ¿cómo lo sabes?
A: llevo un rato observándote.
B: ¿a mí?
A: claro, no hay nadie más.
B: ¿eres una puta?
A: jajjajajaj... ¿por qué me preguntas eso?
B: por lo directa que eres.
A: ¿conoces muchas putas?
B: unas cuantas.
A: ¡¡conoces muchas putas!! ¿no te satisfacen las mujeres normales?
B: no, no es eso, no es lo que parece.
A: no soy una puta.
B: ¿de dónde has salido?
A: del banquito de ahí detrás. Estaba leyendo un libro aburridísimo, he alzado los ojos y te he visto.
B: me has visto, jajjaja... no me refería a ese “de dónde has salido”.
A: lo sé... sigo queriendo besarte.
B: no me beso con cualquiera.
A: conmigo no, pero con un millón de putas, sí. Está bien, te dejo pagarme. Si así consigo que me beses.
B: ¿cuándo llegue a casa me dejas escribir sobre esto?
A: qué chico tan educado.
B: gracias por lo de chico.
A: ¿qué edad tienes?
B: 45.
A: ¿45? Juas... nunca he besado a un chico tan mayor, me da morbo besarte, ahora al saber tu edad me da mucho más morbo, te veía más mayor que yo, pero no tanto. Déjame besarte.
B: ¿qué edad tienes?
A: ¿qué edad aparento?
B: ¿20?
A: casi...
B: ¿19?
A: sí.
B: podría ser tu padre.
A: podrías, pero no lo eres.
B: a no ser que seas fruto de mi imaginación, entonces sí que serías mi hija.
A: eso es justo lo que he visto en ti.
B: ¿el qué?
A: eres transparente para mí.
B: ¿transparente?
A: sí. Veo tus pensamientos.
B: quizás deba comer más, ¿qué era lo que impedía a Súperman ver a través de las cosas? .
A: quiero comerte la imaginación. La respuesta es plomo.
B: en mi vida me han comido muchas cosas pero nunca mi imaginación. ¿Plomo? Mejor me quedo transparente.
A: ¿me dejas?
B:¿ el que de todo?
A: todo.
B: no voy a pagarte.
A: no quiero tu dinero.
B: ¿sabes quién soy?
A: sí, un chico joven atrapado en la edad de un hombre mayor, quizás si me dejes besarte, vuelves a ser un chico.
B: me estás convenciendo.
A: lo sé.
B: ¿de dónde has salido?
A: del útero de mi madre.
B: como tu hermana.
A: sí, ella salió un minuto antes.
B: ¿gemelas?
A: sí.
B: necesito que luego me dejes escribir sobre esto.
A: puedes hacer lo que quieras, no tienes que pedirme permiso.
B: lo que quiera...
A: sí.
B: quiero follarte.

A se acerca a B, estaban a dos metros hablando inmóviles. Se acerca y le besa. Es un beso largo, apasionado. Dejan de besarse.

A: ha sido electrizante.
B: sí. Quiero más.
A: jajajjaja... no puede ser (jugando, sí que quiere).
B: ¿por qué no?
A: porque ni siquiera sé como te llamas.
B: puedes llamarme tormento.
A: ¿tormento? jajajjajaja
B: sí.
A: encantada, yo soy rayo, o quizás debería llamarme raya, soy una mujer....
B: y ahora que sabemos nuestros nombres...
A: está bien, accedo, pero quiero que sepas que creo adicción.
B: claro, con ese nombre, raya, no me extraña....

Se vuelven a besar. Con más pasión....

Nota de guión, si las películas porno tuviesen estos diálogos, te juro que me volvía cinéfilo de esa clase de cine.

el infierno de un ciclista

El 16 de mayo llegó el gran día y yo llegué con más dudas de las esperadas. Salimos a toda velocidad, 800 ciclistas pedaleando contra el viento, de los 800 ciclistas, yo iba con mi compañero Víctor. Dos valientes, dos inconscientes, dos almas pegadas a un sillín en busca de un poco de gloria.

Los primeros 20 kms, tienen de 5 a 10 repechos de uno a dos kms de duración, y aunque la carretera se empinase, nosotros íbamos siempre a la misma velocidad. Fugaces como esas estrellas que rara vez cruzan el cielo, y que cuando las ves pides un deseo, yo en esos segundos de la carrera pedía mi deseo particular, llegar vivo a meta. En ese tramo pasamos por varios grupos, unos parecían fórmulas uno, otros coches de feria, uno no sabía a que grupo cogerse porque cualquier grupo y su velocidad eran completamente subjetivas, puesto que estábamos al inicio de una aventura, y como en todos los inicios, la velocidad por la adrenalina puede resultar engañosa.

Entonces por fin llegamos a los primeros metros del primer puerto, nos metimos en un grupo bueno, algo lento para nuestro estado de forma, pero perfecto para preservar fuerzas, un poco de paz antes de la guerra. Esa paz, en el mundo ciclista puede significar la gloria de llegar a meta sano y cuerdo. De todos modos, cualquiera que esté dispuesto a recorrer 192 kms con 7 puertos de montaña y un millón de repechos en medio, no puede presumir de estar cuerdo, yo no lo estoy, del mismo modo que ninguno de esos 800 ciclistas, lo estaba. En esos metros del primer puerto tuve un par de momentos en los que pensé “vamos a terminar de pié la carrera” ¡qué equivocado estaba!

Víctor, mi compañero ciclista, tuvo un pinchazo y paramos los dos. Perdimos el grupo bueno, adiós mundo feliz. 10 minutos después estábamos los dos pedaleando casi al final de toda la larga serpiente de ciclistas diseminados, en solitario, adelantando a los demás a más velocidad que un rayo surca los cielos en un día de tormenta, y ahí se gestó mi debacle, al menos un parte, la parte importante, esa que dependía de mí. Pero prefería no pensar, prefería simplemente disfrutar del momento, bueno, breve, escaso, pero triunfal.

Yo llegué muy justo de fuerzas a la carrera como ha he dicho al principio, había entrenado duro pero no lo suficiente para la carrera. Pero en la bici, hay algo más importante que el estado físico, y es el estado mental, el mío simplemente no era sano, perdido en mis pensamientos desde hacía meses. Malhumorado. Derrotado antes de salir. Y esos 30 kms en solitario a toda velocidad y contra el viento, quemaron mis pocas reservas. Esos 30 kms fueron frenéticos. Fue lindo de verdad, pedalear con esa fuerza. Héroes anónimos. Los cementerios están llenos de gente así.
Subimos el segundo puerto a rueda de otro minigrupo, nos llevaron bien hasta la cima. En la cima había un avituallamiento, deseaba llegar para comerme dos bocadillos como otros años, el pan es mi camino contra la deshidratación, y deseaba comer pan, y si hubiese vino también, un Jesucristo cualquiera en mitad de un calvario infernal.. Mi estómago rugía de hambre. Me hubiese comido un cervatillo, o un enjambre de ardillas, o un pequeño jabalí, o un gran jabalí, tipo Obelix.
Pero cuando llegamos no había bocadillos, ni jabalíes, ni ciervos, sólo plátanos, y minitartas de manzana envueltas en plástico, odio la tarta de manzana, me da náuseas, con solo olerla.. En ese momento confirmé que no iba a ser un buen día. Llevábamos 67 kms, y necesitaba alimento, sí, llevaba geles, magnesio, y dos barritas energéticas pero necesitaba sólidos de verdad. No había. Bajamos ese segundo puerto a toda velocidad, y en un momento curveado se me metió una avispa en el casco, me quité el caso a más de 60 kms/h, y me quité la avispa. Por un momento me vino a la cabeza un hecho de mi pasado, el día que recogí mis notas de segundo de BUP. Fui en ciclomotor, y al llegar a casa, me pico una avispa en el entrecejo, me dio tal reacción alérgica, que minutos después, cuando llegó mi padre a casa, no me reconoció, pensó que un chino había entrado a robar en casa. Pero no era un chino, en todo caso era yo versión china. Cosas absurdas que se te pasan por la cabeza cuando bajas un puerto a más de 60 kms/h.
Llegamos al tercer puerto, el Remedio, el puerto más duro de la jornada, un puerto donde no corre la brisa, y donde el calor aprieta tus genitales contra el asfalto hirviente. Tiene tres kms centrales cuya media oscila el 11 por cien de desnivel medio, valga la redundancia. Decidí no apretar, reservar fuerzas, para eso puse la corona grande y apliqué la técnica del molinillo, pedalear mucho, avanzar poco, ahorro energético. Error grave, me hizo sudar el triple y terminar con todas mis pírricas reservas. Lo coroné con un ciclista anónimo que subía ese puerto por primera vez, estuvimos hablando, parecía un buen chico, mi compañero Víctor se había adelantado. Yo le dije a ese nuevo amigo, “vamos a llegar tarde a casa. Y mi mujer me ha dicho que si me esperaba para comer”, lo dije en tono sarcástico, igual ahora al leerlo, usted señor lector no tiene gracia, pero en esos momentos el ciclista anónimo se rió de lo lindo, es algo que me pasa a veces, en medio del sufrimiento, se me ocurren auténticas gilipolleces, por desgracia, o por suerte, yo no estoy casado, lo estuve, pero ya no lo estoy, y ninguna mujer me había dicho semejante cosa, pero mi intención no fue mentirle a ese ciclista, créanme, sólo hacerle reír un rato, y lo conseguí. Segundo moento de gloria de la carrera. Ya no hubo más.
Al llegar a la cima, antes, otros años, había un avituallamiento de sólidos, pero este año lo había retrasado hasta el km 110, llevábamos 90, y yo estaba seco. Víctor me había esperado en la cima. Comí mi primera barrita energética, me dieron arcadas, quería vomitar, pero sabía que no debía hacerlo, era un alimento, injusto, pero era un alimento. Bajamos el puerto, y empezamos a subir por un carretera en ínfimo estado, el asfalto era marrón y los agujeros eran tan grandes que un hobbit podría haber construido su casa allí mismo. Sólo podía pensar en comer, en llegar al nuevo avituallamiento y comer. En ese momento si en un lugar de un enjambre de ardillas fritas hubiese un enjambre de ratas fritas, también me las hubiese comido. Pedaleaba despacio porque sabía que las rampas y los calambres estaban llamando a las puertas de mis cuádriceps.
Y llamaron tanto y tan fuerte a mi puerta, que yo les dejé pasar, soy un chico educado, no iba a dejarles todo ese mediodía al sol, esperando, abrí la puerta, y se pusieron cómodos, se quitaron los zapatos, el abrigo y se estiraron sobre mis piernas. Y fue justo en ese instante donde empezó mi infierno, llevábamos 100 kms.
Con las rampas, con los calambres, uno no sabe que hacer, si poner más o menos desarrollo, yo puse poco desarrollo, miraba constantemente el cuentakilómetros, 101, 102, 103 kms. El viento empezó a soplar fuerte otra vez, en contra, siempre sopla en contra, nunca a favor, Eolo es mi enemigo, el Dios vengativo que odia a los que se visten de licra. Tenía un grupo de ciclistas delante mío, los veía, no iban rápido, los tenía casi al alcance de mi mano, casi los podía rozar con la yema de mios dedos, Víctor iba con ellos, pero cada segundo los tenía más lejos. Hasta perderlos de vista.
Llegué al avituallamiento. Grité “un jabalí, necesito un jabalí, aunque me conformo con un minibocadillo”, mi reino por un bocadillo. No había comida, se había terminado de nuevo. El odio y la rabia aparecieron por mi maltrecha salud mental, ¡bien! Pensamientos negativos, lo último que quería y deseaba. Pensé en abandonar, me quedaban 80 kms de carrera y 4 puertos por delante, pero yo nunca me rindo, nunca, soy de los que muere de pié, o en su caso, soy de los que muere sentado en un sillín. Y el próximo avituallamiento estaba en el kms 140. Me enfadé mucho con la organización, los conozco, son amigos, pero me estaban hundiendo un puñal en el pecho, y en la espalda, y lo que es peor, en el corazón y mi cabeza. El resto de ciclistas también estaban cabreados, aunque decir cabreados, es poco, escuché insultos de todo tipo.
Comí plátanos, eso sí, había plátanos, sodio en estado sólido, insuficiente para la zozobra que llevaba encima. No había más comida. Y empecé a subir el cuarto puerto, no era duro, es un puerto cabrón, muchas minirampas duras pero cortas alternadas con un montón de minidescensos. Las rampas (mis calambres) crecían. Empecé a coger a un ciclista en cada minidescenso, y él de nuevo me dejaba en cada miniascenso. La vida parecía un acordeón, un vals centro europeo en el levante español. Lo coronamos el cuarto puerto. Empecé a bajar, lo bajé a toda leche, más rápido que ningíun otro puerto que haya bajado en mi existencia. Cual contorsionista hacía equilibrios imposibles, realizando estiramientos encima de la bici, danzando sobre el asfalto, en un vals precioso y preciso. Me metí en el cuerpo la segunda de la barritas energéticas, la última que me quedaba, y me recuperé. Milagro, ¡me recuperé! ¡Dios existe! Momentáneamente preciso aclarar, esta no es una historia alegre, no lo pretende, así que querido lector, deja de sonreír.
En este tramo adelanté a un montón de grupos de ciclistas, moviendo desarrollo, mis piernas formaban un engranaje perfecto, un motor de 16 válvulas, arriba y abajo, pura clase ciclista, agazapado en el marco de la bici, sin mover nada exceptuando mis piernas. Fue mi mejor momento. Los arrasé a todos. Casi lo podría nombrar como mi tercer momento de gloria, no lo hago, porque esa fue mi tumba, de lo que vino después. Te puedes meter un buen chute que te haga bailar con las estrellas, pero sabes que ese chute, que su bajón, que su estúpida resac te va a dejar tumbado en un nicho de un cementerio mental. Llegué al nuevo avituallamiento, por fin había algo de comida. Mis reservas estaban agotadas, y la sal se acumulaba por kilos en mi cara, en mi maillot, en mis piernas y en mi pelo. Parecia que hubiese envejecido 1000 años en 30 minutos. En este avituallamiento, me reencontré con mi compañero Víctor. Se sorprendió de mi recuperación, las rampas (las mías) habían desaparecido, le dije que había rodado como un campeón. Soy rodador, no escalador. Quizás lo que le falla esta historia es que no había elegido la marcha ciclista adecuada, un rodador nato en una carrera de escaladores natos. Pero la épica poco entiende de razones, la épica es épica y sólo entiende de esfuerzos que mueren, esfuerzos anónimos que sepultan todas las miserias mentales que uno puede llegar a padecer.
Me subí de nuevo en la bici, quedaban 3 puertos de montaña enlazados, con apenas descensos. A los 200 metros de este nuevo puerto, el quinto, volvieron los calambres, le dije a mi compañero que se fuese, quedaban unos 50 kms.
Ahí empezó mi tortura china, miles de alfileres al rojo vivo clavándose en mis piernas a cada pedalada. Aflojé el ritmo, estaba bien de cardio y cansancio, pero padecía de mil calambres. Lo subí como pude, endolorido, al llegar a la cima, había dos kms de bajada y un nuevo puerto, más largo y traidor, con mil repechos, y ahí pensé en morir, el dolor en cada pedalada incrementaba, no fui el único, vi por los menos 40 ciclistas tirados en el suelo, haciendo estiramientos, yo no podía bajar ni siquiera bajar de la bici a hacer estiramientos, si bajaba sabía que difícilmente podría volver a subirlas rampas volverían con más intensidad, tanto que se me montaban los músculos del cuádriceps, lo veía en panavisión por debajo de mi cullot, era una imagen espeluznante, dantesco, primero fue en el cuádriceps de mi pierna derecha, pero hubo un momento que empezaron el mi pierna izquierda y en cada pedalada, iba a 10 kms por hora, una velocidad ridícula, así que daba dos pedaladas,y me podía de pie en la bici, haciendo estiramientos, y de nuevo dos pedaladas y me nuevo de pié, un bucle de estupidez perpétua.
Pensé en abandonar, pero como ya he escrito yo nunca abandono, nunca me rindo. Curiosamente estaba en el sexto puerto, ese puerto en el que meses antes había filmado el spot de esta misma carrera con un puñado de valientes ciclistas, que seguían plano a plano, a rajatabla el guión que yo había escrito, entonces la temperatura era de 8-10 grados, y ahora el termómetro de mi velocímetro marcaba 36. “Podría viajar en el tiempo y traer una bocanada de aire frío de este enero, de aquel rodaje, a este presente”. Gran pensamiento, sólo me hacía falta una máquina del tiempo. Más pensamientos estúpidos.
Seguía con hambre. Miraba los árboles a mi alrededor, me daban ganas de parar y empezar a mosdisquear cada tronco de árbol por encontrar algo de alimento, también me daban ganas de parar y empezar a comer hormigas, seguro que tenían las proteínas suficientes para ayudarme a finalizar mi esfuerzo. Hormigas y cortezas, deberían montar un bar donde vendiesen ese suculento plato, hormigas y cortezas de árbol. Entretenía a mi mente con ese estúpido juego mental para no pensar en nada más. Aunque sí pensaba en algo más. En una mujer, claro, en una mujer que estaba a más de 2500 kms, en el noreste de Alemania. Si moría en ese instante, no la volvería a ver jamás. Todas estas tonterías las pensaba mientras pedaleaba dos veces y me ponía de pie a la tercera para hacer estiramientos.
Llegué a la cima, había un nuevo avituallamiento. Busqué comida, no había, sólo agua, lloré de rabia. Me lleve el último botellín de agua.
Me subí de nuevo en la bici, con un último puerto por delante, ahí morí del todo, la persona que había sido hasta ese día, 16 de mayo de 2016, murió. He muerto varias veces en esta vida. Renaciendo en otra cosa. Nunca más nada volvería a ser lo mismo. Pensé en abandonar la bici para siempre. En no volver a montar nunca.
En la única pendiente dura de ese puerto, me crujieron las dos piernas al mismo tiempo y los brazos y el pecho. bajé de la bici y empecé a andar, parecía un pingüino en el Sáhara. Quedaban 3 kms para terminar el puerto y andar era peor que pedalear. Me subí de nuevo, el dolor era escalofriante, veía a mis músculos montarse uno encima del otro, en cada segundo, lo juro, no exagero, fue así... Llegué a la cima, con otro grupo que me había dado caza por detrás. Me puse a rueda y los seguí en un suave descenso hasta Requena, donde estaba la meta, en la última rampa dentro del Requena, los dejé ir, y llegué solo.
8 horas, 59 minutos y 50 segundos.
Un infierno.
¿En qué he fallado este año? En todo. ¿Volveré? Sí. Claro, no me queda otra, volveré con un arco y flechas por si no hay comida suficiente, y si es necesario me pondré a cazar, jabalíes, ardillas, ratas, cortezas de árbol y hormigas..
Han pasado 7 días. Y el tiempo parece que me ha devuelto la salud. La física, porque la mental la perdí.

Beso perfecto

El día amanece gris, el cielo plomizo y todas esas cosas tontas que uno o una dicen cuando la mente parece estar de resaca. Típicos tópicos de alguien que ve el mundo como un sitio que está a punto de ser olvidado, o quizás la que está a punto de ser olvidada sea yo.

Yo no vine a este país a hacer lo que estoy haciendo, ni a este país ni a este mundo. Pero es lo que me ha tocado hacer, es lo que sé hacer. Y según mi cuenta bancaria no me va tan mal la cosa. No obstante creo que la vida no se puede reducir a una cifra de números por muchos ceros finales que la adornen.

Me gusta la noche, en la noche todo se iguala, he visto a gente poderosa, he sentido la piel de gente poderosa sudar al igual que tú y que yo. He visto y sentido sus necesidades más primarias palpitando sobre la certeza de mi piel, su deseo quemando y tatuando a fuego en cada embestida. Y en la cama, en una cama, da igual que seas poderoso, banquero, peluquero, policía, periodista, retrasado mental, o un violador en potencia. Al menos en mi cama da igual. La jefa soy yo. La número uno soy yo.

Hago lo que hago porque para mí es fácil, es un don, mi don, soy capaz de hacer que surjan las estrellas y nebulosas más hermosas, soy capaz de hacer que las personas se enamoren y paguen lo que yo les diga cuando yo lo diga. Soy la mejor.

Tengo una cara bonita y un bonito cuerpo, eso por otro lado no es ningún mérito. Nací así. Quizás el único mérito haya sido nacer y permanecer el tiempo suficiente para descubrir mi poder.

Pienso en la noche, en la noche de ayer, estaba en mi zona como siempre, paseando, esperando como el cazador con mis ojos observando la jungla, aunque quizás decir jungla sea un término inexacto, la ciudad no tiene nada de jungla, se parece más a la sabana. Una sabana llena de animales, algunos peligrosos y otros muchos rumiantes, seres pasivos y casi inactivos.

Cada noche al salir de caza, pienso al principio en mis principios, en porque hago lo que hago, la mayoría de días no tengo demasiado tiempo para pensar porque los hombres se acercan antes que mis divagaciones vayan mucho más lejos de lo que podrían llegar. Pero anoche, el primer cliente llegó más tarde de lo esperado y mis pensamientos por primera vez se expandieron más lejos.

Y me acordé de ti.

No sé el tiempo que pasó, quizás una hora, quizás dos horas, a veces en la lucidez de un pensamiento una hora es un minuto y un segundo es un siglo, pero me acordé tan claramente de ti. De tus ojos, del sonido sinuoso de tu voz, del tacto de tus dedos... y te eché de menos con más fuerza que nunca, me maldije un millón de veces por haberme ido, por no haberte arrastrado conmigo. O quizás fuiste tú, quien se fue, sí, fuiste tú. Claro. Tú. Siempre, tú.

Mis ojos se humedecieron, primero llovió en mi alma y después en mis ojos, y me sentí como esa niña perdida que fui y tú encontraste. Cuando eso pasó, pusiste luz en mis días. No puedo no tener buenos recuerdos de ti. Es materialmente imposible. Y deseé irme a casa y escribirte hoy esta carta. Pensaba en decirte tantas cosas, tantas cosas que te he dicho siempre, que he sentido siempre, pero que pocas, últimamente he dicho o pensado.

Anoche en mitad de mi arrepentimiento, una mano me extendió un pañuelo de papel, esa mano pertenecía a una mujer. Era muy bonita esa mujer, tan bonita que te hubieses enamorado de ella en un par de segundos. Me dio el pañuelo y se alejó unos pasos, en silencio, respetando la lluvia de mis ojos, el dolor, mi dolor por el tiempo perdido sin ti.

Dejé de llorar y la observé, se trataba de otra dama de la noche. 1,65 de estatura, delgada, de fina piel blanca, de ojos claros, y el pelo liso y castaño, con los labios gruesos, esa clase de labios gruesos que tantas ganas siempre quise tener y que siempre quise besar. Era distinta a las demás damas de mi zona, una nueva competencia, y una muy buena competencia que podría robarme todos los clientes con una sola sonrisa. Una nueva leona en la sabana, la más bella.

Le dije con mi dedo de mi mano que se acercase a mí. Sin mediar palabra, pensaba acertadamente que en esa comunicación sobraban las palabras, sobraban todas las palabras que revolotean dentro de mi cabeza. Me miró, sintió curiosidad por mí, esbozó una leve y minúscula sonrisa. Una sonrisa que podría detener toda la destrucción del ser humano. Pero no se acercó.

Repetí el mismo juego, el mismo gesto con mi dedo de mi mano, su sonrisa minúscula creció un milímetro cuadrado. Pasaron 5 segundos y no se acercó. Decidí moverme yo, acercarme yo, me dolían mis tobillos, demasiadas noches portando tacones demasiado altos, pero me acerqué a la altura de su cara, acerqué mi cabeza a la suya, sentí su aliento, sentí su alma, sentí su deseo, y lo que es peor o mejor, sentí el deseo irrefrenable de besarla allí mismo, ya sabes que nunca he sentido esa necesidad de acercarme sexualmente a otra mujer, pero anoche, después de la bondad de su gesto para tapar mis lágrimas, algo de fuego, una pequeña chispa prendió dentro de mi ser.

Mi cabeza la balanceé alrededor de la suya, mis labios, mi boca, mi respiración repasó toda su cara, mi pecho rozaba el suyo, mis pezones se pusieron duros de puro deseo, quería besarla, violarla allí mismo. Ella cerró los ojos y sentí su deseo más fuerte que nunca, mi corazón se disparó a mil revoluciones por minutos, estaba excitadísima, como nunca lo había estado desde que hago lo que hago, pero contuve mis besos y decidí alejarme a mi posición inicial. Dejé pasar 10 segundos, dejé de mirarla, me hice la estúpida interesante.

La miré, ella ahora ya no sonreía, desperté la luz de su atención, volví a repetir el gesto de mi dedo con mi mano, esta vez la que se acercó fue ella, se acercó a escasos centímetros del perímetro de mi alma sexual, cerró los ojos y la besé como nunca había besado a nadie, en medio de la batalla de labios y dientes, deslicé mis manos por el terciopelo de su vestido de dama de noche, hasta agarrar su culo con fuerza... deseé ser un hombre para poder penetrarla allí mismo, en la sabana de la ciudad exiliada donde habito. Donde habita mi olvido.

Pero soy una mujer, una dama de noche que pasea su olvido por un sendero lleno de sombras y luces.

Después de ese beso, me alejé yo. Y la nueva dama se quedó esperando, rota, quizás por dentro, de saber que había sucedido para nacer ese deseo de esa forma.

Di un paso, dos, 100, llegué a casa. Abrí una botella de whisky de 100 años que me regaló un cliente la semana pasada. Le di un trago, y pensé: “este wkisky tendrá 100 años, pero sabe igual que el resto”.

Y hoy me he despertado temprano, pensando en ti, he recogido la casa, he sacado las maletas, he metido mis pertenencias, lo he preparado todo, para partir en tu búsqueda. He llenado la bañera de agua y sales de baño exóticas, y me he sumergido dentro. Ahora estoy a punto de ir contigo, en mi bañera de la vergüenza, tengo las cuchillas preparadas desde hace tantas noches, para irme de viaje hacia ese cielo en el que habitas.

No sé como serán el resto de suicidas, en lo que pensarán antes de partir, pero eso ahora, da igual, ya voy hacia esa estrella en la que estás, ya voy...

Esta noche cuando la luna ocupe el espacio muerto del cielo, mi zona habrá perdido mi sombra, pero la sabana no me echará de menos, una nueva leona ocupará mi lugar, mi reinado....

Me quedo sin fuerzas, el rojo lo inunda todo, no veo esa luz blanca al final del camino, ¿dónde está Dios? ¿En mis bragas? No está, no existe... pienso estar escribiendo hasta que la última gota de sangré me arranque este dolor de vida terrestre y pueril...

Tus ojos, los ojos de la nueva zorra, todo se nubla, como el amanecer de hoy, como el amanecer de ayer, como el amanecer del día en el que decidí irme de tu país, cuando tú ese día decidiste dejar de amanecer....

Rojo, no hay dolor, no hay luz, sólo hay rojo.......

A Germán, que sube por la escalera.

Sus ojos dicen más cosas que mil palabras envueltas en los labios de mil personas distintas.

Lo conocí por una mujer, quizás la única mujer que ha sido capaz de devolverme la esperanza de ser feliz, completamente.

Tenía un viaje a través de Europa para ir a verla, para hacerla reír, cual bufón sin chistera; y también para que ella hiciese lo propio con mi alma. A mí durante una época, no sé si linda o extraña o difusa, de mí se esperaban grandes predicados. Luego la distancia, la desidia, la fatiga, el olvido, la locura, la sed sedada arrasó mi esperanza, y muchos de mis verbos. Me quedé colgado de una luna equivocada, intentando hacer autostop para alcanzar mi estrella. Pero en esa autopista celestial, no pasó nadie durante décadas. Aprendí que el silencio, muchos silencios juntos son mucho mejor que muchos ruidos juntos o por separado.

Y en uno de esos momentos fragmentados, arrebatados a la algarabía, ella posó sus ojos en los míos, y me dijo “sube”, no hizo falta más. Subí.

Y ahora tiempo después, ella vive en el otro extremo de una Europa en crisis, y yo fui a verla. Como no, se encargó de hacerme soñar una vez más. Me organizó un bonito acto literario, al que yo sugerí añadir un bonito acto teatral. Al fin y al cabo el libro que quería presentar tiene más de teatro que de narrativa. Y ella, como buena sabia que es, aceptó el reto. Y localizó una pequeña librería, con un gran librero, donde representar una vez más el jolgorio de mil palabras esquivas.

Lo vi en seguida, a Germán, de alma limpia y de sabiduría infinita. Por edad casi podría ser mi padre, pero por alma, es más bien un hermano. Y allí, en su patio, en la antesala de una escalera llena de pequeños y grandes libros, surgieron las palabras, la empatía, los recuerdos, las disertaciones, la melodía, la camaradería, la comprensión… todo enmarcado en un patio lleno de ruedas que giran con el amor a la literatura.

Y ahora, que el silencio de nuevo envuelve mis días, en la resaca de un gran viaje, me quedo pensando absorto en los buenos momentos, tatuando con fuego cada segundo transcurrido.y entre ellos destaca su presencia.

Qué bueno, claro está, es la capacidad de descubrir bellas almas en almas bellas (no se trata de un juego de palabras y ni de un recurso poético) o qué bueno tal vez sí, nunca jamás estuvo tan justificado… nunca.

Si vuelvo, eso espero, volveré a su lado. A garlar, a aprender, a saber y a alimentar una amistad.

Bajo la escalera de los sueños, adornada de mil palabras, con los ojos enjutados de mil autores destronados… sobre la escalera de palabras construidas, un gran hombre espera tu visita…

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