VIDA ROBINSON


Soy un idiota, ¿soy un idiota? ¿lo soy? ¿soy?... no lo sé, a lo mejor lo soy y no me he dado cuenta, a lo mejor no me he dado cuenta porque soy tan idiota que nunca me he parado a pensar en ello, y hago cosas y digo cosas y lo que es peor, pienso cosas que sólo los idiotas son capaces de hacer, decir y pensar…

No soy capaz de hilvanar pensamientos de forma continuada, demasiado tiempo alejado de los folios en blanco, haciendo otras cosas, provocan que muchas veces quiera ponerme a escribir y no sea capaz de escribir o de hilvanar todos esos pensamientos que se me agolpan de forma constante en la corteza, en mi corteza craneal. Intento pensar con lucidez, para luego escribir con lucidez, lo intento, intento concentrarme, y me vienen grandes frases, grandes ideas, que se diluyen como un azucarillo en forma de mini cubo en un café ardiente de un bar de esos matutinos. Mis grandes ideas nacen, explotan y mueren en apenas dos segundos.

La vida es corta, a veces, los días son cortos, las semanas son cortas, los meses, los años, lo milenios, la existencia total y parcial, es corta… si pudiese recordar cada pensamiento brillante y auto-destructible que tengo, si los pudiese recordar, necesitaría días de 70 horas, semanas de 90 días, años de 12 mil meses para poder escribirlos, y sobre todo, para poder desarrollarlos.

Son grandes ideas acerca de cómo salvar el planeta, de cómo enamorar a aquella chica, de cómo hacer sonreír a ese niño-niña que pasa frío y que te cruzas cada mañana en la puerta de ese bar pidiendo algo de pan, de sustento para sustentarse… de cómo mejorar la historia universal de la literatura…. Falta modestia a parte, claro, sobre todo, claro.

¿Le pasará esto a más gente? ¿seré el único? ¿soy un idiota por preguntarme estas cosas? ¿lo soy? “¿y si eres el único, qué?” me pregunta una voz en off interior superlativa… si soy el único, no sé si me sentiré bien…

Como un pirata del siglo XVII, en una isla desierta, con un cofre lleno de oro a sus pies, que caminan sobre la arena fina y blanca de una playa virginal, con suaves, y casi inexistentes olas de color azul cielo. Lo malo, es que ese pirata está solo, en la isla, en su mundo, y tiene un tesoro de mil doblones de oro puro. El pirata es un naufrago, su barco fue derribado a dos millas de la isla en la que se encuentra por otro galeón pirata enemigo y él, el capitán pirata de su embarcación, es el único superviviente, cual Robinson Crusoe, en una isla, con un tesoro medioambiental como marco, y un montón de monedas de color amarillo brillante de oro codiciado.

Y no tiene forma de salir, la isla es todo su mundo, a él le gusta, hay una pequeña selva a sus espaldas y se ha construido una vida Robinson, con cabaña en lo alto de uno de los árboles, y cada mañana, saluda al sol, coge su artesanal caña de pescar, y se va a la playa, y hay pesca abundante, enormes y  deliciosos peces de colores… y después llueve, él se mete en la casita del árbol, y observa la lluvia, las gotas de lluvia golpear con violencia en las hojas y ramas de los árboles, donde este bajel pirata en todo mar conocido, ha construido su hogar… y después llega el sonido eterno de la noche, el tiritar de las estrellas en lo alto, el aire puro, el verano continuo, la vacaciones eternas, y el pirata pierde o perdió la noción del tiempo, porque apenas sabía contar, antes de que ser pirata, apenas fue a la escuela, ya de pequeño, lo único que le interesaba era navegar, y aprendió el orden de las estrellas, para guiarse por otros confines, pero contar, apenas aprendió… y se imagina que ahora podría llevar meses o años, en su isla, pero él lo desconoce, porque el tiempo en ese sitio no existe, aunque pase, como pasan todas las cosas de esta vida, la lluvia, el amor, la propia vida… sabe que pasa el tiempo porque su barba crece, y sus pelos de la cabeza y del resto del cuerpo, sabe que el tiempo pasa porque una vez fue niño y ahora es adulto, sabe que el tiempo pasa porque una vez fue el rey de los mares, y ahora es un naufrago olvidado….

Y en esa isla, este pirata, es aparentemente feliz, porque siempre fue un tipo con tendencias a la soledad, a la soledad constructiva y a la soledad auto-destructiva, porque su verdadera comunión con la vida era mucho más que el la comunión con sus co-habitantes humanos y humanas… pero a veces, incluso el sol necesita de la luna, y a veces nuestro pirata necesita hablar, comunicarse, expresarse, contar un chiste, o que se lo cuenten, a veces nuestro pirata, se acuerda de las mujeres, de sus formas, de su olor, del tacto suave que se desliza por su espalda, se acuerda de los besos y del sexo, se acuerda de sus risas, de sus almas llamando con los nudillos a las puertas de su corazón, y piensa: “tengo que escapar de esta isla, renunciar a este tesoro y volver a la asquerosa civilización, quiero ver gente, hablar gente, pensar gente, mezclar gente, confundirme, tal vez ser un nosotros, tal vez enamorarme de unos ojos correspondidos, tal vez besar unos suaves labios durante horas y no dejar de hacerlo jamás, tal vez, tener una familia, unos hijos a los que enseñar el noble arte de navegar… ser parte de un algo mayor que mi estúpida e idiota sombra sobre esta arena blanca”… en esas cosas piensa nuestro pirata mientras la pesca llega a su caña, mientras la brisa sopla en su cara, mientras la barba le llega al ombligo.

Así que el pirata, el bucanero, el hombre solitario decide pasar a la acción, y decide construir una balsa, un barco, un medio… para ello,  corta como puede 30 cocoteros, se fabrica una vela con las palmas de cientos de palmeras, y se lanza al mar, a la aventura de un loco que quiere vivir en sociedad, porque sin ella a pesar de ser feliz, no lo es, completamente…

Mierda, ese pirata, ese estúpido e idiota pirata que va a morir en alta mar, soy yo. Putas metáforas.

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