Voz en off
Hora local 7 de la tarde, lugar, interior de un despacho de
un psicólogo, en él aparece Carlos, psicólogo de mediana edad, aunque nunca he
sabido que coño es eso de mediana edad, ¿qué es mediano? 30, 40, 50… desde
luego dentro de ese margen. Vemos a Carlos, el psicólogo que tiene entre 30 y
50 años, su cara es indefinida, tanto, que a veces, parece una estatua, un
busto. Las cosas no le van bien, hace tiempo que le aburre su trabajo: escuchar
las miserias, y las manías, y las quejas, y los temores, y las pesadillas, y
las locuras, y las tonterías de sus pacientes…
Hace años era un buen psicólogo, se implicaba con ellos, les
escuchaba, e intentaba ayudarlos, ahora… 20 ó 30 años después, Carlos se
aburre.
Mira por la ventana y ve la ciudad a sus pies, odia esa
ciudad, no es la suya, y la odia, simplemente, porque no es la suya, aunque es
posible que si estuviese en la suya, también la odiase… supongo que Carlos, se
aburre y consecuencia de ello odia su enterno…
Su paciente de las 7 se retrasa, Carlos mira su reloj, y
mira por la ventana, e imagina que en lugar de esos edificios que aparecen
delante de él, hay un campo de trigo, y el sol de la tarde hace que brille de
oro ese campo. Se imagina andando por ese campo de trigo, que le llega a la altura
de las rodillas, es como pasear por un sueño hermoso de verano, cierra los
ojos, y siente el sol, y el trigo, y la naturaleza a su alrededor.
En ese preciso momento, cuando Carlos está sumergido en su
imagen en ese campo, se escuchan tres golpes sordos en la puerta de su despacho,
es su paciente de las 7, un neurótico, aunque esto Carlos, todavía no lo sabe,
es la primera sesión del paciente. ¿Su nombre? Hum... no sé... llamémosle Juan por ejemplo.
Juan, al contrario de Carlos, no tiene el semblante tranquilo,
es un ser nervioso e intranquilo, además es hiperactivo, física,
mental y sexualmente. Su esperanza, su objetivo en esta secuencia de la
película es que Carlos, le ayude, le ayude y le salve.
Al contrario de Carlos, Juan tiene exactamente 35 años, 9
meses y 3 días, y su cara refleja a la perfección esa edad.
-Hola- dice Juan.
Carlos se da la vuelta, el campo de trigo ha desaparecido, la
luz se ha tornado azul, fría, seca, inhumana, completamente desnaturalizada,
casi eléctrica, casi marciana.
-Hola- contesta Carlos.
Juan se adentra en la habitación, 6 pasos exactos, para
sentarse en el centro de un cómodo sofá. Delante de ese sofá, hay un sillón,
también tiene un buena pinta, Juan piensa que a lo mejor debería haberse sentado
en ese sillón, las dudas le corroen, se imagina que es llevado ante el juez del
tribunal superior, por haberse equivocado de asiento, y el juez dictamina que
debe pasar el resto de sus días en un almacén donde venden sofás, y que su
penitencia, debe ser probar sofás durante el resto de sus días, Juan sigue
imaginando que es una buena penitencia, se relaja en el cómodo sofá. Todo esto
pasa en apenas un microsegundo, Juan piensa a la velocidad de la luz.
Exactamente como Carlos, es en lo único que se parecen,
mientras Juan se ha sentado, Carlos se ha imaginado a su nuevo paciente, tiene
buena vista y es capaz de diferenciar a los chiflados, de los maníacos
obsesivos, que son básicamente las
dos clases de pacientes que tiene Carlos, porque Carlos piensa que el mundo
está dividido en estas dos facciones irracionales, como si se tratasen de
Chiíes o Suníes… Carlos en ese mismo microsegundo, mientras Juan es condenado
por un juez imaginario, piensa que se trata de un maníaco obsesivo, e incluso
se hace una apuesta contra sí mismo, a que tiene razón, y a que si no la tiene,
como contrapartida, dejará su empleo, y se irá en busca de ese campo de trigo,
la luz se vuelve amarilla mientras Carlos recuerda ese campo de oro con los
ojos cerrados.
Sin darse cuenta, Juan y Carlos permanecen callados durante
bastante tiempo, entre 5 y 15 minutos, quizás más, quizás meneos, cada uno
absorto en sus pensamientos, cada uno disfrutando en el silencio, de la
ausencia de palabras vacías, que les distraen constantemente sus respectivas
atenciones conscientes e inconscientes.
De pronto, los dos sonríen, conectan, empatizan, y sin decir
una sola palabra se acercan el uno al otro y se abrazan, el mundo se ha vuelto
un lugar de mierda donde la gente no se abraza, así que ese abrazo significa
algo así como el nacimiento de un nuevo Jesucristo, un milagro, un olvido.
Ambos, sendos, vuelven a perder la noción del tiempo cada
uno con un nuevo pensamiento, se dan cuenta de que abrazados a esa otra persona
son felices y que no les hace falta nada más.
Eso es el amor. Esa es la felicidad plena, cuando ni
siquiera hace falta decir nada, y basta con el silencio para escucharse así
mismo, para poder escuchar también en silencio los pensamientos y las
necesidades de la otra persona amada, en este caso Juan, y tamabién Carlos.
Final de la secuencia.