Actor y autor se funden en un abrazo


Hola,

Hace mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, muy muchísimo, tanto tantísimo, que no sé si recordaré cómo se hace. Así que disculpen las letras, las mías, igual tienen un viejo toque de acero oxidado y rancio, no es por propia voluntad, eso se lo puedo asegurar…

Llevo meses bloqueado, un puto bloqueo de escritor, a veces me gustaría ser una máquina con botón de encendido, apagado y reinicio, con un software de actualización del sistema operativo, con cables y chips, y tornillos, y…. Pero esas veces son las menos, afortunadamente, me gusta ser un ser humano, lleno de olvidos y recuerdos, de palabras por matizar y de juegos por inventar.

Durante estos meses de bloqueo, no crean ustedes, que no se me han ocurrido cosas sobre las que escribir, de hecho, si que he escrito algunas, pero ninguna de forma continua, que es el verdadero matiz,  que transforma al esporádico guionista del guionista  profesional. Entonces, si la sequía no se debe a la ausencia de ocurrencias, ¿dónde se encuentra el motivo, la causa y el defecto?

Para mi la literatura nunca fue una vía de escape, en parte, quizá, pero en absoluto de una forma total, para mí era otra cosa, una forma, o una malformación de clase de vida, que por supuesto, es mucho más que una simple vía de escape…

Durante años y décadas, he concebido el mundo real a través de los ojos de mis personajes imaginarios, de sus ocurrencias, de sus pisadas sobre el asfalto y de la colocación sucesiva de verbos, pronombres y adverbios en la boca de dichos seres imaginarios. ¿Por qué? Muy sencillo, pasaba mucho más tiempo con ellos, inventándonos mutuamente, que con el resto de mis congéneres, con los cuales, además era difícil inventar nada común. Siempre me sentí un poco Cyrano, un hombre pegado a la sombra de otros, dibujando en la penumbra palabras tan hermosas como impronunciables.

Ahora, mi cuerpo me pide más acción. No quiero decir que en mi presente no disfrute de enormes tiempos de soledad autoescogida, de tiempos para divagar sobre pensamientos profundos, sobre reflexiones flexionadas y demás memeces, que se me ocurren, cuando me quedo en silencio, y parece que estoy absorto, viviendo en Babia, o simplemente como un muñeco de trapo olvidado en el estante más alto de un armario centenario, cerrado con cal y sin canto ni encanto. En esos momentos, son los momentos en los que más ideas, ojos y muecas circulan por las autopistas de mis circuitos cerebrales. Pero en mi ahora, mi cuerpo, me reclama más movimiento físico…

Antes, mi cuerpo se limitaba a excluirse, a refugiarse en un bar solitario, en su terraza tranquila,  y sacaba del zurrón una libreta de hojas blancas, y sencillamente se ponía a escupir palabras, unas tras otras, tras otras, sin final, ni principio, sin orden, ni lógica. Me parecía tan necesario hacerlo, para mí mismo quiero decir,  era necesario porque no encontraba en la realidad, otros ojos en los que mirarme y sentirme correspondido,  y también, por el puro placer vanidoso de escribir y de creer hacerlo cada vez mejor, un artista de la pluma sin pluma, con estilete afilado, y un saco sin final, del cual sacar cada día un nuevo mundo para plasmar en él, las desgracias, de una amante solitario.

Sin embargo, en los segundos que dominan mi presente, mi cuerpo, me pide más, no se conforma con sentarse y ser espectador y autor de la vida, ahora mi cuerpo me pide ser actor, y protagonista de mi propia existencia. Llama con los nudillos de su mano derecha la puerta de la consciencia de mi cerebro, la abre, y pasa a la acción, aparta de un empujón a Darth Vader de los mandos de la nave imperial, y se pone a pilotar a la velocidad de la luz, sin mirar por el retrovisor, sin advertir de las continuas señales de peligro y advertencia que salpican las carreteras, mis carreteras de asfalto.

Creo que me he vuelto hiperactivo, físicamente, puedo hacer un millón de cosas en un tiempo récord, como si fuese un súperman, capaz de volar alrededor de la Tierra, una vuelta en 3 segundos, dos vueltas en 6 segundos y así sucesivamente, sin final.

Antes, os puedo asegurar que no era así, me costaba un mundo, nunca mejor dicho, mover un solo dedo, y la inactividad física me volvió un holgazán y un ser obeso. Gordo lleno de grasa, pero también gordo lleno de ideas, de magníficas ideas. Podía pasarme horas sentado, escribiendo, pensando, por ejemplo, una vez escribí una obra de teatro, en 3 días, una obra de teatro, con todos sus diálogos y sus personajes, de una hora y media de duración… en jornadas de escritura de 9, 8 y 10 horas, escribiendo, directamente sobre el Word del ordenador.

Ahora, no podría, estar sentado durante todo ese tiempo sin moverme, tendría que levantarme como mucho a los 40 ó 45 minutos, sacudirme el polvo y pintar una casa en 3 minutos.

No está mal, no está nada mal, poder hacer tantas cosas, físicas y no cansarse. Soy capaz de dormir poco y mal, 4 horas, despertarme en mitad del oscuro de la noche, recorrer 150 kms en bici, hacer la compra, la comida, fregar los platos, trabajar de pie, trabajo de acomodador en el Miniteatro, entrando y saliendo constantemente a por nuevo público, llevándolo a cada uno a su sala, 30 pases en 2 horas y media, y salir de fiesta, bueno, no de súper fiesta, pero sí de quedarme y enredarme  un rato en la noche… y todo esto dentro de las mismas 20 horas en las que puedo transformar mi presente diurno y despierto…

El problema de ser tan veloz y tan activo, viene motivado, porque al terminar un función o una tarea, de forma positiva, ese final, me retroalimenta, me da una palmadita en la espalda y me dice: “bien Peter, bien, aún puedes hacer más cosas, no hay final, los verdaderos súper héroes no tienen final, y tú eres uno de ellos”. Pero, siempre hay un pero, hay días, en los que apenas me quedan cosas por hacer, y mi vida se llena de huecos blandos, de huecos en blanco, ¡de huecos! ¿y qué hago entonces? Me da por inventarme nuevas tareas físicas, quitar malas hierbas de la parcela de mi casa, pasear a Frodo durante una hora, no le hace falta, tiene 2000 mil metros de jardín, editar vídeos promocionales de forma gratuita y altruista para el Miniteatro,  limpiar el baño, barrer, fregar, saltar durante una hora intentando alcanzar a la Luna, eh… no sé, miles de cosas…

Vale, de acuerdo, mi conciencia me pregunta, ¿si tienes tiempo sobrante, e ideas sobrantes, por qué no juntas esos huecos en blanco con esas palabras que danzan por tu cabeza? ¿por qué?... mente en blanco, vida en blanco, silencio en blanco.

No lo hago porque estoy bloqueado, como he dicho al principio, un puto bloqueo de escritor, o de guionista o de lo que coño sea que soy, que no sé si sé.

No es la primera vez, he tenido varios, pero no tan largos. Cuando se está en medio del tráfico de ausencia de palabras impresas, de necesidades fisiológicas de desparramar tóxinas en formas de versos y prosa, cuando se está en medio de esos periodos, uno, yo, pienso, piensa, que nunca lo volverá a hacer, que nunca volverá a sacar los dados del azar, que nunca volveré a jugar, a inventar, a transformar, a danzar, a pintar, a esbozar, a manchar, escupir, vilipendiar, mancillar,  romper, seducir, divertir y finalmente emocionar, simplemente juntando palabras, unas tras otras.

Así que este invierno, el que se avecina, he decidido hacer algo. Mi cerebro ha vuelto a tomar los mandos de la nave imperial, Darth Vader, ha vuelto a su status original y le va a ordenar a mi físico, que se ponga a su servicio y que mueva con su mano un bolígrafo, y que se ponga directamente a escribir, en esos huecos, los del medio, en esos silencios prolongados, en esas situaciones de aspavientos infructuosos, donde `porque mucho que me mueva, mi sombra sigue quieta.

A la pereza, se le vence cogiéndola de las solapas y empujándola a patadas, hasta expulsarla de paraíso terrenal en el que parece haberse detenido el tiempo de mi cuerpo.

¿con esto quiero decir que mi cuerpo es un paraíso terrenal? No, con esto quiero decir, que tengo tanta energía que podría alumbrar Nueva York durante las noches del invierno más crudo, calentar a sus ciudadanos, con sus mejillas coloradas del calor que desprende su estufa alimentada por el plutonio de mis ojos.

Ahí es nada.

A los bloqueos, se les vence con el simple placer de escribir por escribir.

Bienvenido seas placer, te estaba esperando, ya estoy aquí, he vuelto, nunca me fui, simplemente me quedé callado.

Acotación: Actor y autor se funden en un abrazo.

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