HISTORIA DE DOS

Érase una vez, en un país muy cercano, y en un tiempo muy parecido al nuestro, existían dos personas, un hombre y una mujer.

El hombre apenas sabía de ella, al igual que ella de él, se conocían por una foto colocada en un perfil, de sus trabajos, pero al tratarse de un mundo extraño en una dimensión muy conocida, cada uno trabajaba en su casa, cada uno hacía sus cosas y después las colgaba en Internet, en ese portal. ¿Y qué es lo qué hacían? Escribían cuentos para niños, llenos de aventuras y misterios que siempre dejaban un enigma por resolver…

El hombre pues, la conocía por la foto, que ella tenía en su perfil, de trabajo cibernético. En la foto, ella, estaba guapísima, o al menos eso pensaba el hombre, y cualquier hombre que la viese pensaría lo mismo, un belleza salvaje y tierna, y unos ojos profundos, con el pelo alborotado, como un niña grande que se ha escapado de alguno de los cuentos, que sus jefes les reclamaban a cambio, de dinero.

Ella sabía poco más de él, salvo, que le gustaba como escribía. Le hacía gracia, las cosas que contaba y cómo las contaba… al mismo tiempo, que le hacían pensar en cosas profundas y triviales.

Un tiempo después, de silencios mutuos, la mujer le escribió al hombre, un nota en la que le decía una hermosa cita del maestro Óscar Wilde. El hombre cuando leyó la nota, se quedó estupefacto, petrificado, con los ojos clavados en la pantalla del ordenador, en su cabeza sonaba una música suave, de un piano, melancólico, de una pieza exquisita compuesta por algún genio de la música clásica… El hombre estuvo 30 minutos sin moverse, saboreando cada nota musical, mientras miraba la nota gramatical de la hermosa dama, de ojos profundos.

Cada uno trabajaba en su casa, en ciudades distintas, separadas por 85 kms. Añado ese dato, como un mero nexo de unión, y paso a presentar a cada uno de los personajes.

Peter, que es el nombre del hombre de este cuento, miraba el retrato de Linda, que a su vez, es el nombre de la mujer también de este cuento. Peter miraba a Linda, y cada segundo que pasaba, le parecía más hermosa.

Dos horas después, Peter, por fin, pudo articular sus dedos, y su cabeza y el resto de su cuerpo, saliendo de su ópera mental, decidió contestarle, era lo mínimo que podía hacer. Así que le escribió una nota de agradecimiento, algo abrupta, y con alguna palabra malsonante a modo de exclamación.

Esa noche, Peter, soñó con Linda, al mismo tiempo que los ojos de Linda recorrían las líneas de las historias que escribía Peter, con una sonrisa en la cara, y un ¡ay! en el corazón.

Los dos querían conocerse.

Dos días después Peter, que sufría de agudo insomnio, decidió escribirle un email a Linda, donde le decía: “sería un gusto conocerte, intercambiar palabras, algunas risas, experiencias laborales entorno a los cuentos, ¡y quién sabe! Si iniciar una buena amistad.”

Linda leyó el mensaje, y decidió contestar: “ por supuesto, sería un placer, coincidir físicamente en un mismo espacio tangible, y hablar, hablarnos, y mirarnos a los ojos, y bueno ¡quién sabe! si encontrar a un buen cómplice-camarada-confesor de aventuras imaginativas”.

Peter vivía en un mundo de fantasía, de ficción, que se había fabricado para resultar ileso de los diferentes avatares acaecidos en su existencia, durante una época de malas tormentas. Peter escribía e inventaba, le gustaba deslizar el bolígrafo por su libreta, dibujando suaves líneas de amor convertidas en palabras… así era Peter, un soñador…

El caso, es que a partir de ese día, empezaron a escribirse con cierta frecuencia, y Linda, se destapó con un talento inmenso para realizar agudos comentarios llenos de gracia, sobre la vida en general, y sobre su trabajo en particular.

Eso le hizo pensar a Peter: “hum…. Esta mujer…. Esta mujer tiene cabeza…. Eh…. todas las mujeres vivas tienen cabeza, y casi todas las muertas también. Pero de las vivas, las hay que sólo la utilizan, la cabeza, para peinarse, o maquillarse o para vivir de forma autómata, repitiendo comportamientos y recetas preestablecidas por su status quo particular, donde nunca se preguntan un porqué. Estoy seguro que Linda, tiene millones de preguntas en su cabeza que empiezan con un porqué, y eso me gusta”.

Y eso le gustaba a Peter, de Linda, más allá de la bella imagen en una foto en un portal web.

Y entonces sucedió que Peter, era yo… el narrador de esta extraña pieza narrativa a medio camino entre el relato corto y los cuentos… y decidió, perdón, decidí… escribir este relato en torno a las metáforas vitales y gramaticales, y escribir esta historia a Linda, para incentivar su interés, y alimentar su despensa gigante de preguntas que empiezan con un porqué.

Moraleja: la curiosidad es buena. Siempre hay que mirar, observar, sólo de ese modo, se descubren cosas.

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