PLUTONIO EN MIS OJOS

Me he despertado temprano, es absurdo ponerme el despertador, es incluso absurdo tener un despertador, es algo que no me hace falta para absolutamente nada.


Tengo insomnio, antes lo tuve, y ahora desde hace 3 ó 4 años no se ha ido, ya estoy acostumbrado. Cuando escucho a la gente que se queja porque solo han podido dormir 4 ó 5 horas, me río, ojalá yo consiguiese dormir 4 ó5 horas, si alguna noche lo consigo, voy a la nevera, y abro una botella de champán que tengo preparada para la ocasión. La botella lleva 3 ó 4 años en la nevera, sin descorchase, sin abrirse. Igual que mi sueño profundo.


Mis pies, de nuevo, torpes me han llevado hasta una encrucijada, hasta un cruce, con 10 bifurcaciones distintas, estoy en medio de este paradigma y no sé que dirección tomar, el sol sale por el este, el norte lo apuntala una estrella, en el sur ya viví y no me resultó satisfactorio, y en el oeste, del oeste viene el poniente, y no me gusta el viento de poniente.


Así que me siento en un bordillo, saco un cigarro, lo enciendo, y dejo pasar el aire sucio a mis pulmones limpios, debería dejarlo, debería irme, levantarme de este bordillo y empezar a correr, como Forrest Gump, simplemente correr hacia ninguna parte, sin ninguna dirección.


¿Seré que en el fondo soy como Forrest Gump y amo de forma equivocada? Es jodido, amar de una forma equivocada. Supongo que en estos años, he intentado aprender, pero realmente no sé si he aprendido.


Apago el cigarrillo sobre el asfalto, me incorporo de la acera, y oteo el horizonte, fijo mi vista, mis ojos buscan, pero no encuentran, no ven, no saben, no tienen. Ayer viví un día de una intensidad brutal, la noche anterior el insomnio me golpeó con fuerza, y apenas pude dormir una hora, a las dos y media de la madrugada parecía que mi cuerpo estaba poseído por algún demonio, o que me hubiese zampado un bocata gigante de plutonio, anoche a las dos y media de la madrugada, estuve a punto de coger la bici y ponerme a rodar, tengo luces, en la cabeza no muchas, pero en la bici, para la bici, tengo lucecitas, no lo hice, irme en bici. Me levanté, entré en Internet, o Internet entró en mi. Y a los 10 minutos ya no tenía ganas de seguir navegando, y el bajel pirata de todo mar conocido me lanzó a un océano plagado de tiburones.


Desde las dos y media hasta las 4 y media, di vueltas en la cama, conté ovejitas, intenté poner la mente en blanco, intenté hacer ejercicios de respiración, suave y diafragmática, hice miles de cosas, que no me sirvieron, me incorporé de la cama, cogí un libro, leí dos páginas y lo dejé, cogí otro libro y repetí el proceso. Me fui a la cocina y me preparé un café nauseabundo, no preguntes porqué, pero en mi casa el café es nauseabundo.


Por la mañana, el gallo del vecino empezó a cantar sobre las 6 de la mañana, fuera, la oscuridad era total, cientos de diminutas estrellas brillaban en la noche, yo asomado a la ventana de mi estudio, intentaba contarlas, dejé de contarlas, cuando llegué a 437 mil, y me puse a dibujar mentalmente uniendo con líneas invisibles cada una de las estrellas. Eso me mantuvo ocupado un rato, lentamente, la noche negra, se fue haciendo gris, y bajé al baño, a la ducha, 25 minutos después salía de casa, en el coche, al paro, llevaba todos mis documentos, preparados, para solicitar el paro, pero al llegar me dijeron que no iba a poder ser, que primero la inscripción y que después, la solicitud, otro día, en otra cola.


Salí del Inem, y me fui a ver a un amigo, encargué unas zapatillas, mejores que las que tengo para ir en bici, porque las que tengo que son marca dechatlon, son una porquería y me están matando la planta del pie derecho. Después me acerqué a Valencia, ya eran más de las 11, detuve el coche y me tomé un café en un bar súpercutre, pero que hacen un café súper potente y súper sabroso. Estuve a punto de besar a la camarera por hacerlo también. No lo hice, la camarera del bar súper cutre, también era súper fea.


Saqué la bici del maletero y empecé a rodar por la ciudad, me encontré con una buena amiga por la calle caballeros, actriz, alta, hermosa, talentosa, y un viejito, se acercó a hablarnos de economía, de los besos ahorrados y de los besos invertidos y de cual es el mejor tiempo para besarse. Mi amiga, la actriz y yo, el ciclista en paro, reímos. Me alejé moviendo de nuevo los pies arriba y abajo, sorteé coches y autobuses, y peatones, y policías, y palomas, y demás seres y enseres de la gran ciudad. Me compré un libro, ausencia de héroe de chinaski. Me puse a leer y después a escribir mientras el tímido sol del mes de marzo acariciaba mi ser de forma trémula. Llegó otra amiga, mi mejor amiga, y nos fuimos a ver la mascletá, los petardos hicieron su efecto en el cielo, en los pies, en mi cabeza, en mi ser, todo explotó en formas concéntricas y milimétricas, en la vida, los sueños, la ausencia de héroes, la cerveza en el estómago, la sequía en el corazón, la muerte en los cementerios, el sueño en las camas, la vida en los hospitales, el dinero en las carteras de los banqueros. Quise morir, ser un petardo y explotar. Sin embargo, me llevé a mi amiga y a toro amigo, a la calle Pelayo de Valencia, y los metí en un trinquet de más de 150 años de historia, mi amiga, se quedó perpleja mirando el local, el espacio, las dimensiones.


Se fue, y mi amigo también, y yo me fui con otros amigos a comer, mientras comentábamos tonterías sin parar, estaba famélico, no había comido nada, eran las 4 de la tarde, y llevaba despierto desde las dos y media de la noche anterior.


Comimos en un bar, bar, bar de los de toda la vida por un precio asequible, y me fui a dar clase a los aspeger, a mis chicos. Estaba agotado antes de entrar, y al salir 3 horas después ni te cuento. Llegué a casa a las 22 horas, y tenía la sensación de haber salido de esa misma casa tres o cuatro años atrás. Hasta tal punto llegó la intensidad de cansancio y cosas hechas. Cené algo, ligero, absurdo, me puse delante de la tele, podría haberme dormido, pero mi cerebro revivió y se puso a pensar en cosas. Maldito cerebro que actúa de forma independiente a mi voluntad. Me fui a la cama. Estaba agotado, eran las 12 y media, conté de nuevo ovejitas, me imaginaba un prado verde que una vez conocí en los picos de Europa, allá arriba en aquel paraíso llamado Asturias, me imaginé a las ovejas con su pelo largo, y rizado, brincando por encima de una valla no muy alta de madera y me puse a contar las que saltaban: 1, 2, 3…. 5.987…. y llegó el sueño, dos horas después, pensé que dormiría durante años, sin embargo, a las 4 y media de la madrugada, mis ojos se abrieron. Y mi cuerpo y mi mente y mi alma, estaban radiantes, como si de nuevo hubiese comido plutonio. ¿qué me pasa doctor? Si salto, puedo volar e ir hasta Nueva York en apenas 2 segundos. ¿por qué esta energía? ¿de dónde sale? yo no la he buscado.


Fui a la cocina, me preparé de nuevo un asqueroso café, y me acordé del asqueroso bar de delicioso café, quise cambiar las cosas mentalmente, y que el café de allí viniese para acá, y el de acá para allá. Pero mi mente todavía no mueve montañas, aunque a este paso todo se andará.


Abrí Internet, qué invento más absurdo, lo cerré en 10 minutos, abrí un libro, lo cerré a dos minutos, me hice una paja, tardé más de dos minutos, miré por la ventana y conté otra vez estrellas. ¿Por qué esta necesidad mía de contar las cosas? Ovejas, estrellas, mujeres hermosas que me roban el alma. Creo que soy una especie de coleccionista loco, y enfermo, y loco y enfermo. Sé que ya lo he dicho, pero es que creo que estoy loco y enfermo por duplicado.


Ahora, miro el reloj del ordenador, las 7:17 de 3 del 3 de 12, que sumando 2 más 1 también dan 3. Un día capicúa en una hora capicúa. ¿y el amor? Bien gracias. No es capicúa. Incompleto, no preciso, no definido, lo mejor para mí, vamos, que lo que me gusta es contar y clasificar, y ordenar. Pura anarquía. Bien.


El día de hoy va a ser más movido que el de ayer. Doctor, me pincha un poco de morfina por favor…

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