30 días seguidos subiéndome a cualquiera de las dos bicis que descansan a mis espaldas, 30 días de mover las piernas, por placer, claro, pero también por compromiso.
Un amigo cibernético, me dijo en marzo “¿te has enterado del
compromiso internacional de rodar en bici durante 30 días seguidos? Gente de
todo el planeta, pedaleando sin descanso, para no sentirte solo, mientras la
carretera se empina, mientras Eolo sopla en tus oídos, mientras la vida pasa y
nada permanece…”
Eso me dijo el bueno de Carlos, el amigo cibernético, al
principio, me reí, porque pensé, “seguidos, 30 días, hum… es pan comido, es
algo que he venido haciendo hace 2 años y 10 meses…” pero siempre había dejado
un día en medio de descanso, un día en medio de recuperación o de compromiso o
de trabajo que me había impedido hacerlo, cumplirlo…
Pero los números estaban ahí, el primer medio año, rodé 3500
kms, desde junio hasta noviembre, ese primer año, rodaba con mi vieja Méndiz,
con cuadro de trébol de hace 20 años, aunque no la tengo desde hace 20 años, la
compré de segunda mano el 10 de junio de 2010. Pesaba 107 kilos, yo, no la
bicicleta, y necesitaba, tenía la imperiosa necesidad de hacer algo de deporte.
Me acordaba de mi juventud, de cuando iba para estrella del fútbol, y durante
los meses de julio cogía la bici y me subía a mi querido Oronet, en la Sierra
de la Calderona,
Pero volvamos al pasado reciente, a ese 2010. Al principio me adelantaban hasta los
abuelites de 80 años, yo era una masa uniforme y compacta de grasa, de kilos extra, de mente sucia
piernas vacías… no me sentía yo, ése no era yo, no lo era, era otro, no sé muy
bien que significaba, pero mientras los caracoles, las hormigas y los
escarabajos peloteros me adelantaban, era consciente, que era cuestión de
tiempo, y el tiempo empezó a mordisquear mis piernas, a mordisquear mi alma, mi
grasa, mis excesos, de farra y de olvido, pero sobre todo, de mierda…
Cuando mejor estaba, llegó el frío, en octubre, para el que
no ha ido en bici, salvo en verano,
no sabe lo que es el frío, el viento colándose por las rendijas
insondables de tu cuerpo, el frío machacando tu alma, el frío que aniquila tus
pensamientos más íntimos… en esos 3500 kms, en esos primeros kms, perdí 6
kilos, pude perder más, pero llegaba a casa hambriento, capaz de devorar
cualquier cosa comestible y no comestible que me encontrase en la nevera, en la
calle o en cualquier acera…
Además, apenas tenía ropa de invierno para ir en bici, poco
a poco fui comprándome la equitación necesaria, pero el frío, atrapaba para mí
la pereza, e instalaba su software
en mi hardware, y me dejaba noqueado, colgado y atrapado.
Llegó 2011, y hasta abril apenas me subí a la Méndiz, ese
2011, rodé unos 6000 kms, los primeros 5000 mil en la Méndiz, con ánimos renovados, y esperanzas renovadas… y empecé a
quemar grasa de verdad, la que había recuperado ese mismo invierno, más otra
nueva, los caracoles dejaron de adelantarme, y las hormigas también dejaron de
adelantarme, cada día rodaba más y más, y cada día necesitaba más, me sentía
vivo, me sentía guapo, y atractivo, según se deshacía en sudor la grasa de mi
vida, de mis últimos 12 años de miseria humana.
Cuando llegó octubre, tuve un accidente, jugando a fútbol 7,
me hice una quemadura de segundo grado y durante un mes entero, tuve que dejar
de pedalear, los enfermeras se morían de la risa, iba cada dos días, a
realizarme las curas, y cada día, les preguntaba lo mismo, “¿ya puedo coger la
bici?” Se reían, les hacía reír, claro, allí iban viejetes, con sus daños, y
sus heridas y de pronto un chico de 35 años, les preguntaba si podía ir en
bici, porque sus montañas le reclamaban.
Y llegó la última cura, y lo volví a preguntar, “¿ya puedo
ir en bici?”, y la enfermera jefa, un hueso duro de roer, en cuanto a sonrisas
se refiere, me dijo: “siiiiiiiiiii, ya puedes, pesado, que eres un pesado…” y
los dos compartimos un momento de risa abosulta, el hueso duro de roer, y yo.
Ese mismo día me subí a la Méndiz y rodé 75 kms, a una
velocidad media de 27 km/hora, con 3 puertos de montaña.
Creo que nunca he subido tan rápido, claro, tenía un mes
acumulado de ganas en mis piernas, un mes entero, de querer correr y correrme
por mis montañas mágicas a lo Hernan Hesse.
Ese día, me di cuenta que necesitaba y quería una nueva
bici, para seguir mejorando. A los pocos días, una oferta de empleo, hecha para
mí, “buscamos a un escritor-crítico que haga críticas de negocios y locales de
su ciudad”, bueno, buscaban a unos cuantos, no sólo a mí, pedían como prueba,
un relato personal sobre mis experiencias en un negocio de Valencia, y escribí
una crítica divertida. Al cabo de un día me llamó el jefe, “ eres un Dios de
las palabras, estás contratado, me explicó que debía hacer una media de 45
críticas a la semana, durante 5 semanas, me preguntó si me parecían muchas, y que si me veía capacitado para
hacerlo. Yo sonreí, y le dije: “yo soy un verbo con patas y ruedas, claro que
lo estoy”, pero en realidad, dudaba que pudiese hacer 45 críticas a la semana,
me parecía una exageración. Me dijo que si escribía más críticas, me las
pagaría a parte, a modo de extra, la primera semana escribí 60, la segunda, 65,
la tercera, 70, la cuarta otras 70 y la quinta 80. Ninguno de mis compañeros
escribió tanto. En principio si cumplía con sus objetivos cobraría entono a mil
euros por las 5 semanas, pero como doblé mi trabajo, cobré casi 2000, y ese
dinero extra, tenía un destinatario.
Me despertaba a las 4 de la mañana, y buscaba locales de
Valencia, que conociese, que conocía, y como me acuerdo de toda mi existencia y
de todas las cosas que me han pasado, escribía y escribía y volvía a escribir…
mis compañeros escritores, alucinaban, yo llevaba 100, ellos 50, yo llevaba
200, ellos 100, y así sucesivamente…
A la tercera semana, fui al taller de uno de mis mejores
amigos, y le dije: “quiero una bici nueva” y me habló de una focus de aluminio,
le dije que la fuese encargando, que mis palabras la pagarían,
A los dos días, me llamó y me dijo, “ha entrado de segunda
mano una look de carbono, en perfecto estado, olvídate de la focus, la look es
mucho mejor….” Y eso hice, la recogí y en el mes de diciembre, en ese primer
mes, rodé 1000 kms,
Y llegó el año 2012, el año en que me convertí en un
auténtico yonky de las dos ruedas. Rodé 13600 kms, que son muchísimos kms, una
barbaridad, si los pones en línea recta por el ecuador de nuestro planeta,
darías la vuelta a más de la mitad de la tierra.
Ese año, empecé a rodar con un peña ciclista, la de mi amigo
Ramón, los sábados por la mañana, y descubrí nuevas rutas, nuevas montaña,
nuevos amigos…
El 2012, ha sido el mejor año de mi maltrecha y extraña
existencia, lo recuerdo ahora y sonrío, no puedo parar de sonreír… al
endorfinas recorriendo cada una de las moléculas de mi ser, la adrenalina
naciendo de un lugar de procedencia alejada, y el baile, de mis piernas de mis
ruedas, de mi alma, sobre el asfalto sobre la alfombra roja de mis sueños…
Ahora que camino en los primeros días de mayo de 2013, sé
que el verdadero cambio, ni fue adelgazar más de 35 kilos, eso fue lo
secundario, el efecto co-lateral de una batalla ganada, el verdadero cambio,
fue por dentro, vamos a ver, me refiero a que ahora, mi lucidez mental se ha
multiplicado de forma exponencial por un logaritmo infinito que acerca lo
finito a los infinito, que equipara la empatía a las sonrisas, que anula la
mala hostia, que ve palabras donde antes sólo había sombras.
Antes de empezar mi compromiso de 30 días, de este abril,
recién clausurado, tuve una comida de antiguos compañeros de la facultad, y una
de mi compañeras, me decía “te recuerdo escribiendo, siempre tragedias, el
amor, la ausencia de amor, la muerte, la aproximación de la muerte, el
pesimismo, la falta de esperanza” y es posible que eso fuese así durante años,
durante décadas, pero ya no, claro que puedo seguir escribiendo sobre la
muerte, pero me gusta más escribir sobre la vida, jugar una partida de póker
con el mismísimo Satanás y ganarle la mano definitiva, con una sonrisa en mi
boca de niño grande, sin miedo a sus terribles represalias.
Ahora volvamos al pasado más reciente, al ayer, en otro
salto en la línea temporal de mi existencia, Carlos, mi amigo cibernético y amante de las dos ruedas, me
habló de este compromiso, no le hice mucho caso al principio, ¿30 días seguidos
en bici? Pues claro que lo iba a hacer, es muy sencillo, ¿no? Bastante con
mover las piernas, es fácil, arriba y abajo, durante 30 días sin descanso…
Y así durante ese mes clausurado es como alcancé la
asombrosa cifra de 2049,90 kms,
2050 kms para redondear…
Y ahora me acuerdo de Carlos, que me lo propuso, y sonrío,
me acuerdo de mi hermano Pablo, el que me inspiró para comprarme la Méndiz, me
acuerdo de mi amigo Ramón que me enseñó el camino del trabajo en equipo en el
ciclismo a través de su fabuloso grupo ciclista, me acuerdo de Sergio, mi amigo
que regenta la tienda de bicis, y quien me puso entre las piernas las dos
máquinas perfectas de acero y carbono que ahora descansan detrás de mí, a
escasos centímetros, me acuerdo de mi amigo Ángel, y su piñón fijo, y de sus
aventuras en bici por la ciudad, porque también ruedo por la ciudad como un
elemento más, sorteando locos de autos y autos locos, me acuerdo de cada uno de
mis compañeros de la Segona divisó, grupo ciclista de mis sábados al sol, me
acuerdo de Jorge, nuevo amiguete de las dos ruedas, padre de uno de mis alumnos
asperger, me acuerdo del gran Víctor Suñer, y de las risas mientras volvíamos
de Alfondeguilla, mientras imitaba a la perfección a la voz de doblaje de
Robert de Niro y Stallone, me acuerdo de cada km quemado debajo mi sombra, de
las nubes, del viento, del sol, de los bosques, de la nieve, del frío, del
calor aplastante de agosto, me acuerdo del primer invierno y de su frío, me
acuerdo de Lui, y sus sonrisa, animándome con sus wasapp, con sus iconos de
“vamos, tú puedes, pedalea”, me acuerdo de Nata, de mi Nata, compañera de piso,
y amiga infinita,
Me acuerdo de todos, de todo, y doy las gracias, de corazón
a todos…
30 días… quizás para mí el reto, el verdadero reto, sería
rodar durante 300 días seguidos, y tengan en cuenta que algún día lo haré…
salud y bonito sol para rodar bajo él.
Y por supuesto me acuerdo de ti, ya sabes que todo esto,
todos estos caminos de gloria, te los enseñaré pronto, mientras sonreímos sin
final, en una vuelta perfecta alrededor de la vida, te amo, niña, te amo…
Salud y buenas piernas.