los 7 picos más hermosos de mi vida


Me despertó el despertador, por fin cumplió su misión, sonó a las 4:40, desayuné me vestí de ciclista y salí a la calle, me dirigí entre autos borrachos y jóvenes besando sus botellones a casa de gran Víctor Súñer y de ahí, tras una hora en coche a Requena. Sabía que iba a hacer frío, y viento, pero que no iba a llover, todas las webs dedicadas al tiempo fallaron, putas webs, que predicen y fallan…

La carrera empezó a las 8, con puntualidad inglesa, eso me gustó, y los 1200 ciclistas empezamos a deslizarnos sobre el asfalto, cuando apenas llevábamos 4 kms, empezó la lluvia, fina, fría, gélida, yo iba de mitad hacia detrás, intentaba adelantar a los demás ciclistas, pero apenas tenía huecos, decidí acomodarme en un grupo de unas 100 personas, yo iba en medio del mismo, protegiéndome del viento,

Subíamos, bajábamos, y yo preguntaba, “¿este es ya el primer puerto?” Y los demás ciclistas se reían, y me contestaban que no, A lo 15 kms, una bajada, fui a cambiar el plato, el pequeño por el grande, y se partió el cable… “Mierda, llevo 15 kms, me quedan por delante casi 170, y no voy a poder utilizar el plato grande para ninguna bajada, ¿abandono? Raúl, abandona”, me dijo mi voz más en off, pero yo nunca le hago caso a mi voz más en off, yo nunca abandono, esa palabra no existe en mis acciones. Sabía que eso iba a sepultar todas mis probabilidades de hacer un tiempo inferior de 8 horas, pero tenía ganas de pedalear por esas montañas, había estaba esperando este momento semanas, desde que mi “hermano” Víctor, me dijo que él se había apuntado, y que yo debía hacer lo mismo.

En el km 21 empezó el primer puerto, el pico del Negrete, una tachuela de 8 kms, yo iba en el mismo grupo del principio, en medio, resguardado del viento, sujetando mis ganas locas de atacar, ¿para qué iba a hacerlo?, era demasiado pronto, subimos todo el grupo a la misma velocidad, no me pareció para nada un puerto duro, suave y distendido, eso es lo que me pareció… Y en el km 29, empezó el descenso, sabía que aquí iba bajar despacio, mientras los demás ciclistas, apretaban con sus platos del 50 o del 52, yo debía aguantar el mismo ritmo con mi plato pequeño del 34, eso significaba, que iba a sudar mucho más que ellos, y que iba a necesitar el doble de agua, y fruta y sales minerales… Estábamos a más de 1200 metros de altura, la llovizna se convirtió en agua nieve, a la gente le entró el miedo, a mí no, los frenos estaban perfectos, desde que el día anterior mi amigo Sergio los había actualizado, y como el loco de Perico Delgado, en el tour de 84 (o del 83, no lo recuerdo bien) me lancé cuesta abajo, sorteando a los demás, en las rectas, pero también en las curvas… el viento soplaba fuerte, de cara, y mis piernas y los reflejos respondían a la perfección. Disfrutaba danzando entre bosques…

Adelanté a unos 40 ciclistas, el pelotón explosionó en cientos de ciclistas, la guerra empezaba, y yo me sentía en mi salsa. Salsa de salitre y endorfinas, salsa de adrenalina y emoción. Al terminar el descenso, paré en el primer avituallamiento, me comí dos plátanos, me acordaba de Nadal, y de sus plátanos durante sus partidos de tenis.

Muchos ciclistas no pararon, “ allá ellos, yo paro, si quiero acabar en Requena, de nuevo, tengo que parar y comer y beber”. Me vino fatal esa parada, el frío, de 2 y 3 grados, agarrotaron mis músculos, descendí casi en solitario hasta el pantano de Benagéber, parecía Asturias, o los Pirineos, todo verde, bosques, maravilla mundial en el interior centro de Valencia…. Por lo menos en ese tramo de piernas congeladas, me adelantaron 30 ciclistas, bajaban con sus platos grandes y yo, con mi plato de tapitas sevillanas, no tenía nada que hacer, mi rebujito competía contra sus batidos de naranjas y plátanos. Empezamos a subir el segundo puerto, mis piernas seguían congeladas, sufrí como un perro viejo y moribundo que sabe que va a morir. Y me acordé de mi perra, de Flora, de mi perra muerta, Flora, de aquella que me rescató de mis sombras más podridas, cuando mi vida era un caos de ron y vómitos, y mi peso aumentaba y volvía a aumentar, me acordé de ella, y pensé: “si me viese ahora, corriendo una carrera, de ciclismo, con menos de 75 kilos…” y entonces, las lágrimas empezaron a brotar, no podía parar de llorar, y le dije, “Flora, ayúdame a conseguirlo, ayúdame”… Mis piernas se volvieron a calentar, coroné el segundo puerto, de 7 kms, más duro que el primero, y desde ahí un descenso de unos 14 kms hasta Chelva, con Flora en mi cogote, acelerando a más de 70 km/h con el plato pequeño, veía a los ciclistas que adelantaba, con sus 50, con sus 52, y pensaba, “vosotros tendréis esos platos, ¿pero qué comida se sirve en ellos?” yo tenía a Flora, la sentía a mi lado, riendo, cantando, jugando, moviendo los hilos de mis piernas…

Sabía que todo ese esfuerzo era una locura, que iba a gastar el doble de energía que el resto de ciclistas, pero no me importaba, estaba disfrutando, salvajemente sobre la bici… Y entonces, llegué a Chelva, y empezó lo duro, de la carrera, un puerto tremendo de 9 kms, el Remedio, con una zona central durísima, empecé suave, y empecé a adelantar ciclistas, me dio por contarlos, cuando superé la barrera de 60 ciclistas adelantados, dejé de contar, estaba en mi salsa, el sol había salido y apretaba el calor, y yo funcionó mil veces mejor con el calor, y mientras yo adelantaba, no me adelantaba nadie… A 50 metros de coronarlo, me llegó la primera rampa en mi muslo derecho, una rampa provocada por mi elevada cadencia de pedaleo, mi pierna crujió por la mitad, llevaba 93 kms, me faltaban 100 para llegar a meta, en lo alto de este puerto, había otro avituallamiento, me comí dos plátanos más, hice 5 minutos de estiramientos, los ciclistas adelantados, no paraban, seguían hacia delante, perdía posiciones, pero ahora la carrera, no era contra ellos, la carrera era contra mí, empecé a bajar el puerto, una nueva rampa, esta vez en la otra pierna. Pensé de nuevo en abandonar, pero Flora no me dejó, estaba perdiendo la cabeza, en mi bici iba yo, y mi perra muerta hace 7 años. Lloraba, no podía parar de llorar.

La carrera continuaba, durante más de 15 kms, rodé solo, alcancé a unos abuelotes, y me puse a tirar de ellos, sin darlo todo, por miedo a nuevas rampas, pero tirando, un grupo de 20 ciclistas nos alcanzó, me puse a rueda, estábamos subiendo el tercer puerto, de más de 25 kms, con muchas subidas y muchas bajadas, empecé a encontrarme bien, las piernas se recuperaron, me puse de nuevo en cabeza de ese grupo a tirar, me quedé solo, había descolgado de golpe a 25 ciclistas, con mis piernas maltrechas, sin plato grande, el viento soplando, y la lluvia de nuevo cayendo…

Terminó ese puerto y empecé de nuevo a bajar a más de 70 km/h, una locura, mis piernas eran un molinillo incansable, sabía que estaba cavando mi fosa, pero no me importaba morir, Flora seguí a mi lado, Alcancé a otro grupo, saqué comida y empecé a comer encima de la bici, me puse de nuevo en cabeza, iba a más de 30 km/hora en un terreno quebradizo, y me hice un colega, un buen colega, me dijo, “¿qué tal si bajas el ritmo y tiramos entre todos?” le dije que sí, que yo podía ir más rápido, pero que sí, que era una buena opción, dejé pasar a dos ciclistas, bajamos a la velocidad de 20 km/h, así no íbamos a llegar nunca, Delante de nosotros se expandía un terreno casi llano y casi todo boca abajo, y como nadie colaboraba, le dije a mi amigo, que yo me iba, que eso era insoportable, ataqué y nadie pudo seguirme, alcancé a un ciclista, a otro nuevo amigo y me puse a tirar, le pedí ayuda, necesitamos abrir hueco con los de detrás, y colaboramos, llegó el puerto de Chulilla, el quinto del día, y me fui de este nuevo amigo, Las rampas en mis piernas volvieron, pero coroné solo el puerto, de nuevo, superando a otros 10 ciclistas, escalando, soy escalador, eso lo tenía claro. En lo alto del puerto un nuevo avituallamiento, comí otros dos plátanos, llegó a mi altura el último amiguete que me había hecho ,y nos fuimos juntos a por el 6º puerto, casi seguido, muy duro, de 12 kms, el asfalto roto y el viento huracanado en contra, entonces, vi al primer amigo que me había hecho, no había parado en el avituallamiento, y entre los tres empezamos a colaborar, yo les decía, apretar, relajar, apretar, y ellos obedecían, me sentía el rey del mundo, con dos amigos nuevos, que me hacían caso a mí, un globero con corazón de Espartano…

Ese puerto fue un infierno, no por su desnivel y su pendiente, sino por el viento, soplando contra nosotros, alcanzamos a dos ciclistas más, y les planteé la posibilidad de colaborar entre todos, los que más nos esforzábamos era el segundo amigo y yo, generosos en los relevos, en el esfuerzo, en el momento, no existía un después, sólo un presente, éste era el nuestro. Por fin terminó ese infierno, pequeño descenso y el último, el 7º pico, nuevas rampas en mis piernas, llevábamos más de 170 kms, y les decía al grupo, “hay que regular”, pero yo ya no podía más, fue una muerte lenta, y sosegada, pero fue una muerte… El rutómetro de la web de la carrera marcaba 186 kms, a mí no me cuadraban las referencias, tenían que ser más kms, y tanto, que lo fueron, 193, para ser exactos. Putas webs que mienten. El viento arrancó mis últimas energías, pasé al fondo de ese minigrupo, no podía más, las rampas en mis piernas cada vez eran más largas y fuertes, el dolor punzante, y Flora a mi lado, alimentando de amor cada centímetro recorrido.

Coroné con ellos, y un nuevo terreno hacia abajo, con el viento más fuerte de todo el día, no sabía lo que quedaba, pero no podía más, Les dejé ir, mis piernas explotaban de dolor entre rampas, demasiados esfuerzos, demasiada cadencia, Y sin embargo, era feliz, lo iba a conseguir, lo iba a conseguir….

Llegué solo a Requena, me adelantaron en ese tramo de descenso unos 40 ciclistas, no podía ir más rápido de 20 km /h, en un terreno que se podía rodar al doble de velocidad, pero me daba igual, mi objetivo era terminar, Al llegar a meta sonreí, le di las gracias a Flora y bajé como pude de la bici. Me fui al recinto ferial de Requena, daban de comer, las pasta más insípida que he comido en mi vida, me comí dos platos, llamé a Víctor, no lo había visto desde el km 1, estaba preocupado por él, pero sabía que llegaría, llegaron a mi altura en el recinto, mis nuevos amigos, me abrazaron, me dieron las gracias por ser tan buen líder, entonces fue cuando les dije, que no podía usar el plato grande desde el km16, fliparon, yo todavía lo estoy flipando… mi cara estaba compuesta de salitre, descompuesta quiero decir, me tomé dos cafés. Una hora y cuarto después llegó Víctor, y más ciclistas,

Y ahora estoy aquí en casa, Flora ya no está, está Frodo, mi perro de ahora, mi duende hermoso de ahora, y con vuestro permiso, voy a sacarlo a pasear. 7 picos, el años que viene volveré, de eso no tengáis ninguna duda.

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