PELOS, CRISIS Y UNAS GAFAS CON SÚPER PODERES

Ext. Terraza, tarde 3 octubre


Vemos una terraza, con un grupo de mesas, da el sol de las 7 de la tarde de un lunes, 3 de octubre de 2011, vemos en una mesa, a dos amigos, a Peter y a Raúl, hablan de sus cosas. Miradas tristes, pensamientos alegres, o no, o a lo mejor caras alegres y pensamientos tristes.


RAÚL: ¡has venido sin afeitar!

PETER: ¡¡¡no!!! Esta mañana me afeité, pero hace un rato fui al baño y del esfuerzo me volvió a salir la barba.


Silencio.


RAÚL: ¡vaya tela!

PETER: es que lo he escuchado en la mesa de al lado, la que tienes justo detrás y no he podido evitarlo.


Silencio.


RAÚL: ¿qué queda del peludo gordo cabrón?

PETER: ¿el cabrón?

RAÚL: sí… ¿sí?

PETER: no lo sé, ¿eres un cabrón?

RAÚL: no lo sé, ¿cómo puedo saber si soy un cabrón?

PETER: quizás si preguntases a tus amigos, a tus conocidos, a tus familiares, ellos sabrían responderte.

RAÚL: te lo pregunto a ti.

PETER: es un honor sin dudas.

RAÚL: y además del honor…

PETER: ¿qué?

RAÚL: ¿soy un cabrón?

PETER: en el sentido etimológico de la palabra, cabrón sería el macho de la cabra, y en el sentido “insultativo”, cabrón es el que tiene cuernos. ¿Tienes cuernos?

RAÚL: ¿en el sentido real físico intelectual o en el sentido simplemente sentimental?

PETER: en los dos.

RAÚL: no lo sé, tal vez debería comprarme un espejo.

PETER: ¿para qué?

RAÚL: para verme en el espejo, así sabría si tengo cuernos en el sentido real.

Peter le mira las piernas a Raúl, lleva pantalones cortos.

PETER: ¿te has dado cuenta de que no tienes pelos en las piernas?

RAÚL: sí, no me gustaba el apodo de “peludo gordo cabrón”, así que me he arrancado los pelos, todos, uno a uno de las piernas con los dedos de las manos.

PETER: no creo que quién te pusiese ese apodo se refiriese a los pelos de las piernas.

RAÚL: también me he cortado los de la cabeza.

PETER: lo veo.

RAÚL: ah, era por si no te habías dado cuenta.

PETER: necesitaría ser ciego para no darme cuenta.

RAÚL: ¡qué putada! ¿no?

PETER: ¿el qué? ¿ser ciego?

RAÚL: por otro lado, si todo el mundo fuese ciego, no importaría el aspecto físico, no haría falta afeitarse, ni cortarse el pelo, ni arrancarse el bello de las piernas.

PETER: ¿todo el mundo ciego menos tú?

RAÚL: eso es.

PETER: ¡qué putada! Te “mirarían” como al rarito de la humanidad.

RAÚL: nunca mejor dicho.

PETER: o nunca mejor visto.


Silencio.


RAÚL: necesito trabajar.

PETER: ya somos dos.

RAÚL: estoy perdiendo las esperanzas.

PETER: yo tengo una brújula, si quieres te la vendo.

RAÚL: ¿cuánto?

PETER: por ser tú, 100 Euros.

RAÚL: ¿100?

PETER: ¿te parece caro?

RAÚL: no, me parece barato.

PETER: está bien, 200 Euros.

RAÚL: eso está mejor, trato hecho, apúntalo a mi cuenta.

PETER: ¿a cuál?

RAÚL: ¿a cuál?

PETER: sí, a la de las deudas que piensas pagar, o a la de las deudas que nunca podrás pagar.

RAÚL: hum… mejor a la segunda.

PETER: apuntado queda.


Silencio.


RAÚL: ¡hay qué ver!

PETER: ¿el qué?

RAÚL: nada, simplemente ¡hay qué ver!

PETER: ¡como qué nada y después hay que ver! ¿el qué?

RAÚL: el aburrimiento.

PETER: ¿tú puedes ver al aburrimiento?

RAÚL: claro, tengo unas gafas especiales.

PETER: ¡qué pena que no tengas unas gafas que pudiesen ver…!

RAÚL: ¿el qué? ¿la entrepierna de las mujeres? ¿la vida paralela que podríamos tener si las cosas nos fuesen bien? ¿los espíritus que habitan a nuestro alrededor y que no son visibles?

PETER: ¡hostias! Las 3 gafas serían geniales, podríamos inventarlas, nos haríamos ricos.

RAÚL: ¿tú crees?

PETER: ¿acaso no se hacen ricos con cosas más absurdas?

RAÚL: ¿cómo el qué? Y ¿cómo quién?

PETER: no lo sé, si lo supiese…

RAÚL: ¿sí?

PETER: si lo supiese…

RAÚL: ¿sí?

PETER: nada.


Silencio, la gente va y viene por la calle, es una tarde agradable.


RAÚL: esta tarde el mercurio ha alcanzado los 30 grados.

PETER: no está mal para ser 3 de octubre.

RAÚL: lo extraordinario sería que el 1 de enero alcanzásemos los 30 grados.

PETER: en la tele hablarían del “defecto” invernadero.

RAÚL: ¿ahora de qué hablan?

PETER: de la crisis.

RAÚL: ¿y tú crees que hablando de la crisis se va a salir de la crisis?

PETER: es que hay crisis y crisis…

RAÚL: claro, prefiero ser un rico en crisis que un pobre sin crisis.

PETER: yo prefiero ser simplemente rico.

RAÚL: ¿y la crisis?

PETER: no, gracias, te doy la mía. Te descuento 100 Euros de la cuenta de las cosas que jamás podrás pagar.

RAÚL: gracias, ¿podrías darme 1000 euros y apuntarlo a esa lista?

PETER: ¿te crees muy listo con esto de las listas?

RAÚL: no, a veces, incluso, me creo muy tonto.


Silencio.


PETER: ¿nos vamos?

RAÚL: bien.


No se mueven.


PETER: ¿a dónde?

RAÚL: no lo sé, no tengo dinero ni para gasolina. Así que podríamos ir andando hasta esa esquina.

PETER: ¿a esa?

RAÚL: ¿no te gusta? ¿qué tiene de malo?

PETER: que allí, de pie, se está peor, que aquí, sentados.

RAÚL: en eso te doy toda la razón.

PETER: gracias.

RAÚL: de nada.


Silencio.


PETER: ¿pedimos otra ronda?

RAÚL: vale.

PETER: ¿de lo mismo?

RAÚL: vale.

PETER: ¡camarera!


Se acerca una camarera.


PETER: ¿nos pone dos vasos de agua con un cubito de hielo?


La camarera los mira perpleja.


PETER: y apúntaselo a su cuenta (señala a Raúl) de las cosas que no valen dinero, por favor.


Fin.

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