Maldita sea!!!

 
Un libreta, un boli bic sin capucha, una caja de preservativos, un bote de plástico con una cámara de rueda de bici en su interior, y dinero, no mucho, más bien poco, más bien, casi invisible, todo eso en mi zurrón, en mi bolso…

Verano, salgo a la calle, por la tarde, a una calle antigua, por la que no hace mucho, un verano, también salía. Con árboles, y sombras y brisa de levante. Me siento en una silla, podría sentarme en las rodillas de un desconocida, pero opto por hacerlo en una silla, aunque la silla también me sea una desconocida… dejo caer mi culo.

Miro a mi alrededor, las mesas están llenas, gentes, personas, y demás seres del mundo se han sentado todos en la misma terraza. Todo el mundo va acompañado, todos menos yo, yo estoy solo, ¿por qué siempre estoy solo? Buena pregunta, buscaré una buena respuesta, y seguramente no encontraré una buena explicación… pero hoy, ¡ja! hoy no voy a estar solo, viene una mujer, dentro de un rato, hemos quedado después de varios meses, para tomarnos un refresco o una horchata, y a lo mejor unos fartons… he venido antes, con mi libreta, para encontrar algunos minutos en los que escribir ciertas palabras, escribir por escribir, practicar por practicar, por el puro placer de practicar.

Dejo de escribir, miro de nuevo a mi alrededor, las chicas y las mujeres me miran, me observan, lo veo, veo sus ojos, y sus miradas, los chicos también me miran, no de la misma forma, pero también me miran, parece que estoy colocado en medio de un escenario teatral, y que los focos me iluminan sólo a mí, de modo que los ojos de los espectadores, acuden a mi. Pero no hay teatro, sólo es una terraza de verano, en una calle con árboles y sombras. Soy el observado. Por una vez en la vida, soy el observado, y no el observador.

Igual esperan que haga algo, todos esos ojos que me recorren, igual esperan que cuente un chiste, mierda, no me sé un chiste, aunque con los ojos con los que miran, sé muy bien que no quieren que les cuente un chiste, ¿qué quieren? No sé que se hace en estos casos, no estoy acostumbrado, antes era el peludo gordo cabrón, así me llamaban, y era invisible, venía a esta misma terraza, con un zurrón parecido al de hoy, y más o menos los mismos objetos en su interior, y nadie se percataba de mi presencia. Era invisible y podía mirar y admirar, sin ser visto, a las mujeres más hermosas, y al resto de mujeres también, tienen el mismo derecho, de ser contempladas, de ser musas, mis musas durante el rato que tardo en beberme una coca-cola, o una horchata, o un café, o una copa de algún alcohol, ahora está muy de moda beber ginebra, pero a mí me da asco la ginebra, ¡tan seca! yo soy de ron, pirata, peludo y de barba azul…

Un voz en off de mi interior me grita: “¡céntrate!” me centro, me alineo con el eje de la Tierra, posición norte 54º, 25 segundos, creo… en realidad, no lo creo, me lo acabo de inventar.

Cunado era invisible y pesaba lo que pesaba, y ninguna mujer me miraba, yo podía detenerme a mirarlas a todas, sus cabellos, si eran lisos, o rizados, ondulados, melena, media melena, con flequillo, medio flequillo, tirabuzones, también me fijaba en sus labios, siempre he sido un enfermo de los labios y las miradas, en particular, y en general, siempre he sido un enfermo, un observador que observa y escribe sobre mujeres en busca de algún tipo de milagro por el cual unas palabras escritas en una libreta, liberen todas las endorfinas, y todas las hormonas de mis machacados cromosomas masculinos para atraer a las féminas. Sí, yo escribo para ligar, ser muy malo escribiendo, porque apenas escribo, y porque apenas ligo, y mucho menos liego por lo que escribo. El caso, es que antes, cuando era un peludo gordo cabrón, estaba más enfermo que ahora, y creía que haciendo gala de las más nobles palabras, ellas, se acercarían a mí, engatusadas, embaucadas, adormiladas por el poder la sugestión de mis verbos, craso error, pensar en ese tipo de cosas.

Era feliz, siendo invisible, porque tenía todo el tiempo del mundo para observar y admirar a las musas de una tarde de verano, sin ser visto, podía ver su piel, sentir su olor, imaginar su sabor, no como ahora, que apenas me siento y saco la libreta, y ya me están mirando todos, y yo no puedo detenerme a mirarlas a ellas, ¿de qué se supone que voy a escribir si no puedo escribir sobre la belleza femenina? ¿de qué? (ya sé que es un dequeísmo reiterado lo que acabo de escribir, pero me da igual) ¿de qué?   

¡Maldita sea mi suerte! Maldita sea… me miran y no puedo mirar, el cazador cazado.

Silencio, pausa, cojo el iphone, le digo una cosa bonita a una mujer espectacular por wasapp, me pone un carita sonriente de respuesta, pasa un segundo, dos, espero a mi cita, a mi espectacular cita,

Mi conciencia coge mi iphone y me escribe un wasapp. Lo leo:

“maldita sea, ¿maldita sea? ¿de verdad maldita sea? ¿no sabes lo que significa que ahora te miren, que no puedan dejarte de mirar? ¿no lo sabes?”.

Claro que lo sé, la vida es un carrusel y yo me muevo por él.

Me sirven mi coca-cola, la abro, la vierto en un vaso, bebo, el burbujeo llena mi paladar, verano, acaba de empezar, así que empieza, deja de escribir, no es lo tuyo, tienes casi 37 años y no has hecho nada por el mundo de la literatura, deja de escribir, y relaciónate!!!

Maldita sea, odio relacionarme, con lo a gustito que estaba yo siendo invisible….  Y ahora va que tengo que relacionarme y hablar, ¿no pedo escribir eternamente y que ellas me lean, sin responder? Era feliz de tal forma…

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