Una del futuro, 6


Gigi es, ha sido y será la mujer de mis sueños. Textual y literalmente... Mi musa, mi cielo, mi amanecer y también mi anochecer.

Cuando ella reía,  la estancia en la que estuviésemos, brillaba como una súpernova recién nacida.  A su lado, las palabras fluían, las palabras, mis palabras, sus palabras, las emociones, las ocurrencias, las llaves de la imaginación en tus manos y un campo lleno de girasoles delante de ti, para sentirte avispa o para sentirte gota de rocío sobre el pétalo o para sentirte libre y correr por medio de ese campo, y para saltar y volar suave y dulcemente…

A su lado jugaba, a su lado era yo. Y a mi lado, ella  sencillamente era ella.

Esto que acabo de escribir parece una tontería, una obviedad, pero no lo es. Todos somos actores, actuamos ante las distintas circunstancias de la vida, optamos por una u otra opción, descartando por conveniencia, o por interés, o por amor, y nos decantamos ante una posibilidad, simplemente por egoísmo, esa clase de egoísmo, que te hace sentir mejor de lo que eres. Como si bebiendo de esa pócima, pudieses sentirte parte de un todo mayúsculo, y fueses el capitán de dicho ejército de sentimientos y emociones. A su lado, yo, era súperyo. El súperyo de Freud. Todos somos actores, éramos actores ante las disposiciones de la vida, ante las reglas sociales bien aceptadas moralmente. Olvidando en un rincón las necesidades de expresar la realidad que habitaba en nuestros corazones y en nuestras mentes. Ante Gigi, me di cuenta que no tenía la estúpida necesidad de actuar, sólo tenía la necesidad de no actuar, y reflejar mi yo interior para conseguir lograr una comunicación pura…

Era imposible no amarla. Dulce, educada, inmensamente bella, ingeniosa, un coeficiente de 256, médico con 21 años, sensible hasta la extenuación, imaginativa y soñadora, divertida, inteligente, generosa, delgada, estilizada, su piel de seda, su tacto de Diosa... creo que cualquier persona que la hubiese conocido, la habría amado, se habría enamorado de ella. Por suerte, tuve la bendita suerte, que se enamorase de mí. Me sentía afortunado. Más que el ganador de cualquier premio de lotería, premio de reconocimiento laboral o personal, más que aquel que sufre como un perro moribundo a las puertas de la muerte y es rescatado y salvado y sanado para siempre.

Cuando la conocí, yo escribía, pequeños relatos, diálogos, lo hacía porque tenía mucho tiempo libre, tantas horas delante del ordenador, buscando información, alimentando mi imaginación de datos, que luego simplemente nacían entremezclados en pequeñas historias y relatos.

A su lado, mi calidad literaria mejoró en cantidad y calidad. Gigi irradiaba vida, pura y cristalina... Y además complementaba mis carencias, yo no sabía venderme, para mí no era más que un hobby, escribía por escribir, por jugar, por bailar con las palabras un rato, por reír y también por llorar, escribía porque sí, porque sencillamente no me costaba enfrentarme a un folio en blanco... pero para Gigi, lo que yo hacía, mejoraba la existencia humana, la hacía más digna de existir, y pensaba que lo que ella leía de mí, merecía ser leído por toda la humanidad.

Gigi impulsaba las neuronas, las mías, para que la excitación que me provocaba la llegada de nuevas historias, pudiese surgir en cualquier momento...

Era una droga, mi droga, la mejor droga.

A su lado me sentía Samuel Beckett, me sentía Dios... Consiguió que me publicasen una novela, que tuvo excelentes críticas y apenas repercusión en la sociedad. Eran tiempos extraños, de desintegración de la moral humana, ya no éramos simples humanos jugando a ser Dios, nos estábamos convirtiendo en auténticos creadores de vida artificial, en supermáquinas, en seres que dejaban de lado sus cotidianos sueños humanos. Sueños que tenían que ver con mejorar la vida con una simple sonrisa…  Las personas no querían leer mis historias, eran retorcidas, absurdas, con chistes fáciles y juegos de palabras, miles de juegos. Cabe la posibilidad que realmente yo careciese de cualquier talento para escribir y emocionar, o sólo con el talento de emocionar a Gigi. Sea cual sea el motivo, no triunfé como escritor, y no fue una decepción, la decepción sólo pertenece a quien no lo intenta y yo lo intenté. Creo que a Gigi le afectó más que a mí. Creía tanto en mí, tanto!! Que se enfadaba… yo le explicaba que mi oficio no era el de escritor, que mi oficio, era que ella, y personas como ella consiguieran sus objetivos, era un coach, un personal trainer, un idiota que era capaz de estimular las neuronas de los demás, para que estos diesen lo mejor de sí mismos. Y era bueno. Conseguí que Gigi detuviese a la muerte.

Todos estos pensamientos, me llegan mientras recorro mi nave nodriza hasta el puesto de mando, dónde me han citado para iniciar el protocolo activado por la señal de emergencia de la baliza. Las naves nodrizas son enormes. Son todas iguales y tienen el mismo diseño.

Desde un extremo al otro hay casi 10 kms, y la altura es de 4 kms, hay diferentes niveles y subniveles, o sea, que estamos hablando de una nave gigante, que se construyó en gran parte en el espacio, y se fue ensamblando muy despacio.

Son naves autosuficientes, con jardines, y huertos y animales. Esta es mi explicación científica, así de rudimentaria, pero es que yo nunca lo he sido científico, y nunca me ha interesado ese tipo de lenguaje en el cual uno habla y los demás asienten con la cabeza, como si entendiesen pero en realidad no entienden, y tienen miedo a quedar como patanes, o ignorantes o lo que sea. Yo no, no tengo esos miedos.

A pesar de los huertos y los animales, los humanos, no comemos animales y verduras, ni frutas. Cada mañana desayunamos una cápsula, de un centímetro y ese es el único alimento que ingerimos. Pura química. Hecho de menos la comida de verdad, creo, no lo sé, hace tanto tiempo que no ingiero alimentos reales, que apenas si recuerdo el sabor de las cosas.

Las verduras que plantamos en la nave son el alimento de animales herbívoros. Los putos ciervos comen mejor que yo. Estoy casi por disfrazarme de ciervo y esperan mi ración triple de verduras frescas. ¿Pero de dónde saco yo un disfraz de ciervo? Además me haría falta un compinche para disfrazarme de tal cosa, y no me encuentro últimamente muy sociable. Por últimamente me refiero a los últimos 150 años.

En la nave hay una enorme depósito de agua. Pero tampoco es un agua que nosotros bebamos. No. Como todos los astronautas de la historia, bebemos nuestro propio pipí, depurado, claro está, pero nuestro propio pipí. Hecho de menos el sabor y el aroma de un buen vino. De eso sí que me acuerdo. También está completamente prohibido fumar, toda la nave es una zona libre de humos. Si me viese Gigi no me reconocería. 150 años sin fumarme un pitillo. Estaría orgullosa de mí.

Para movernos por dentro de la nave, teniendo en cuenta la dimensión de la misma. Nos movemos en ligeras bicicletas. Es lo más agradable de la estancia en este lugar, ni un solo coche, autobús, ruido inútil y contaminación innecesaria. Sólo personas que pedalean y sonríen y son amables.

Y todos estos pensamientos, todos, me llegan mientras pedaleo hacia el puesto de control, mientras la baliza de emergencia suena y suena y suena…. La gente está excitada, la gente está sorprendida. Es bueno que el género humano se excite, llevamos 150 años sin una erección mental, y es tan necesario que tengamos erecciones mentales, y de las otras también, claro. Pero no tengo que distraerme, llego al puesto de control. La señal de baliza. La fuente de la señal de emergencia de baliza se encuentra a tan solo 15 días terrestres, en una galaxia muy cercana, y enana. 15 días terrestres a través de un agujero de gusano. Puede ser divertido, viajar a esa velocidad durante 15 días.

Ha sido Gigi, estoy seguro que ha sido Gigi, no puede haber sido otra persona.


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