DÍAS MEJORES ESTÁN POR LLEGAR

Frodo me mira, salgo del bar con un boli prestado en la mano y Frodo atado a la silla me mira, es mi amigo, un gran amigo. Me dirijo hacia él, lo cojo en mis brazos y lo subo a mi regazo, al mismo tiempo que inicio un viaje escrito con un bolígrafo prestado, en una terraza cualquiera, una tarde cualquiera, en una vida cualquiera.


Amy ha muerto, este sábado fue encontrada muerta en su casa a la edad de 27 años, la misma a la que otros genios de los pentagramas musicales dijeron adiós a sus existencias terrenales, ¿quiénes? Kurt Cobain, Janis Joplin o el mismísimo Jimi Hendrix. ¡Ojo! Para mí estos tres son incomparables, y Amy a su lado sólo es una atormentada adolescente con síndrome de Peter Pan.


Hoy en el facebook, la Biblia de la torre de babel del siglo XXI, el gran hermano particular y casero de cada uno de sus suscriptores, estaba plagado de vídeos de ella, de Amy, y de comentarios, que destacaban su gran voz, sus excelentes canciones y un final anunciado y por fin el sábado sentenciado. La gente comentaba de su adición a las drogas (creo que era consumidora de caballo) y al alcohol (creo que se bebía hasta el alcohol etílico de 98 grados).


A veces me pregunto cosas extrañas, como Woody Allen en Medianoche en París, ¿cómo sería mi vida si hubiese nacido en otra época? Por ejemplo, si mi edad de gamberrismo y aduanas hubiese coincidido con el idilio popular del rock, del rock duro, sinfónico, y el glam de los años 70. No es lo mismo acudir al estreno de El Apartamento de B. Wilder, que verla por primera vez en una caja tonta de 25”, 40 años después de su estreno.


Al citar los años 70, musicalmente, y personalmente, es decir para mí, los destaco como los mejores años de la historia de la música popular, y por eso, quizás si tuviese una máquina del tiempo escondida en el armario ropero de mi cuarto, la utilizaría para ir a aquella época y escuchar a aquellos que ahora han muerto, pero que en su día reinventaron casi hasta la forma de respirar. Sin embargo, la decepción llega a mi cordura, no hay máquina del tiempo, y la que termina de fallecer no es la voz única de la Janis, no, es otra, se trata de otra.


Por otro lado, esta mañana, en mi recorrido matutino por la prensa digital me he empapado de todos los detalles de todo lo acontecido en Noruega estos días pasados. Un nazi, un ultra conservador, bajo su propio auspicio, de credo y religión, convencido de pasar a la historia, mató a más de 90 jóvenes noruegos, la mayoría adolescentes simpatizantes del Partido Laborista, algo así como las Juventudes Socialistas de PSOE. Esta noticia, sinceramente me ha entristecido mucho más que la auto inmolación de una blanca con voz de negra.


A mitad de mañana una conversación:


PETER: ¿estás mejor de la tripa?

ANGELUS: mejor.

PETER: me alegro.

ANGELUS: (ironía) triste por la muerte de Amy.

PETER: (ironía) ya te digo a su lado lo de Noruega, es un mal chiste.

ANGELUS: yo he puesto en facebook una foto de Somalia. Cada dos segundos muere una persona de hambre.

PETER: cada día mueren 100 mil personas de hambre, de almas polvorientas, anónimas que desconocen quien fue Amy, el facebook y el iphone.


Silencio.


Pues eso, que estamos mal, muy mal, en crisis y todo eso, pero desde hace decenios, la gente en el tercer mundo muere de hambre, porque sus gobiernos son corruptos, y ceden sus materias primas y ricas a las multinacionales energéticas, farmacéuticas, y quien sabe a quien o que más, a cambio, de dinero para el disfrute del tirano de turno, que gobierna... con un pueblo que muere cada día, y al que poco importa el hambre, la enfermedad y la muerte. Pero los culpables, no son ellos, en todo caso, occidente.


100 mil personas son muchas, 100.000, cien mil, escrito en letra o en números, como quieras, siguen siendo muchas para decir que son pocas, o para decir: “ya, pero ¿qué podemos hacer?”. ¿Realmente podemos hacer algo? Me gustaría pensar que sí, a lo mejor el primer paso consiste en tomar conciencia, y en segundo lugar, actuar.


Cuando uno está concienciado de que este hecho sucede todos los días, los goles de Messi importan menos, al igual que las actualizaciones del Apps Store, o al igual que la muerte – suicidio de una negra, con voz de negra, disfrazada de yonki blanca. Para mí, que muriese una sola persona de hambre en el mundo cada día, ya me parecería una atrocidad, pero es que no se trata de una, sino de 99.999 personas más. Como si en la ciudad de Valencia y alrededores todos los días expirasen un 10% de su población, en diez días no quedaría nadie, la estúpida ciudad de las ciencias vacía, el barrio del Carmen vacío, la calles, los bares, los negocios, la ausencia de sombras humanas sobre el asfalto.


El caso, es que esta cifra, 100 mil, me la desveló un profesor de Relaciones Internacionales en la facultad donde estudié, esto fue hace 12 años, así que multiplica 100 mil por 4380 días, que son el equivalente a los días transcurridos en 12 años y sale una cifra de 438 millones de personas muertas por hambruna en 12 años.


438.000.000 personas.


Pero estas noticias no salen en la caja tonta, no interesa, esta cifra no vende coca-colas, ni discos, ni películas, ni si quiera barras de pan. Muchas veces, escucho: “tu perro qué humano es”. El término “humano” la gente lo utiliza como sinónimo de bueno, y yo extraigo mis propias conclusiones, si eso es así, entonces merecemos ser exterminados para que la vida siga, y “vida” la utilizo como antónimo de ser humano.

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