SÍNDROME DEL IDIOTA SENTADO EN POSICIÓN CÓMODA

Existirá un día en el cual la luz no verá mis ojos, y mis pensamientos se olvidarán para siempre, la historia no me recogerá como el gran dios que a veces cuando escribo, sueño con ser. Seré polvo que se arrastra por el viento y que con un poco de suerte se te meta en el ojo. Seré incordio, hasta que finalmente no sea nada.


Me quedan 4 ó 5 días para cumplir 35, la verdad apenas conozco la existencia de un calendario que me anuncie el presente, el mío, así que si digo faltan 4 ó 5 días no es por hacer una figura poética, es que realmente desconozco el día, las horas, los segundos, y lo que es peor, los instantes y sus significados.


A veces, mi vida es como un mapa de carreteras antiguo, cuando todo eran carreteras secundarias, cuando no existían autovías de 4 carriles, ni rectas kilométricas. A veces mi vida es un puerto de montaña, con curvas, subidas y después bajadas. Quizás lo que debería hacer, si fuese inteligente, o lo suficientemente inteligente, sería buscar un equilibrio, no me puedo permitir subir tan alto, porque después la caída es casi mortal, y ya no freno, el Velocímetro cada día marca más velocidad, cada día apuro más el final de las rectas, me detengo en la afilada navaja de una cuneta abierta cual balcón al acantilado de la decepción, paro, me tomo un té, observo el horizonte, el vacío, la muerte… dudo, y tras unos segundos, entro en la curva, piso el asfalto, he visto la muerte, y no parecía tan horrible.


Morir es lo único que tenemos, cuando nacemos, a no ser que te conviertas en vampiro, que tiene que ser horrible, por otro lado, no poder disfrutar de un amanecer, o de un atardecer… morir es sólo un paso más, el final de un trayecto, la última parada, la última estación, un billete sin vuelta... Si tenemos miedo a la muerte es en cierto modo porque se nos llena la cabeza de tabús, miserias y miedos absurdos, en nuestra cultura, claro, desde niños… por otro lado, hay gente que la teme, porque ama la vida, y disfruta de cada instante en un brindis eterno por un carpe diem cualquiera. Y entonces si uno se haya en este grupo, la muerte acaso, sólo representa el final de la comedia, y el comienzo de la tragedia.


Escribo sobre la muerte, no por nada, sino por reflexionar, mientras escribo, durante unos segundos, por el simple hecho de darme cuenta de que ya no le tengo miedo, cada noche así lo entiendo, y cada mañana así lo compruebo. Vivir a medias, sin poder mear, cuando tienes ganas de vivir y de mear, es casi como estar muerto. No poder hacer, ni danzar, ni cantar, ni gritar, ni reír... cuando sólo tienes ganas de eso, sólo ganas de eso, es peor que estar dormido para siempre sin sueños. O al menos eso creo yo.


Yo he estado “encerrado”, de verdad, y no hay peor prisión, que aquella cuyas puertas a pesar de estar abiertas, no te atreves a traspasar. Miedo a la libertad de pensamientos, censura a las emociones que puedes sentir, cobardía ante aquello que deseas y luego reprimes. ¿Acaso eso no es un cárcel?


Mis barrotes son de gelatina, me los puedo comer y salir al mundo, y saltar, me encanta saltar, pero como todas las noches me toca volver a mi celda, hay días que simplemente no me apetece salir, síndrome del idiota sentado en posición cómoda, que por no perder el sitio no se mueve, sin darse cuenta de que de esa forma se pierde otras muchas cosas. ¿Eso es verdad? No, en mi celda, los barrotes no son de gelatina, son de óxido mugriento, y al morderlos con mis dientes el sabor a metal rancio se marca en mi alma, un tsunami emocional.


Las puertas están abiertas, y salgo, y grito y salto… y al volver, quiero morir, siento morir, sin sueño y sin sueños, despierto pero también dormido, con insomnio, y sin aliento, intento escribir para hacer reír y sólo soy capaz de escribir sobre el vértigo que siento cuando en cada curva, veo al encapuchado con su guadaña.


Soy un maldito, eso lo sé, y ojalá no lo fuese, y algún día no volveré a entrar en la curva, en la celda, o en el juego… de la vida.

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